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Las cosas prácticas de Arzalluz

La especulación está muy mal vista en el PNV, pues todo él sigue a pies juntillas aceptando el catecismo que dictó Sabino Arana para la realidad social que él veía a finales del siglo XIX. Arana, en cambio, sí especuló, sólo que lo hizo pésimamente. Speculare, entre los latinos, significaba atalayar, la acción de observar con detenimiento desde una altura. Y al lugar de observación se le llamaba specula. Con ese vocablo, los latinos tradujeron además el vocablo griego de theoriein, observar, contemplar, teorizar. Para observar San Sebastián al objeto de hacernos una idea cabal de la ciudad, el interior del túnel de la Concha es una pésima atalaya; tampoco le es bueno a uno encerrarse en alguna de sus calles, y menos aún encerrarse en una casa sin ventanas. Personalmente, les recomiendo los jardines del Palacio Real, precisamente encima de ese túnel, o la explanada del parque de atracciones del monte Igueldo. Pero tampoco está mal que uno salga de la ciudad en barco y la contemple desde fuera de la bahía. Sin embargo, desde cualquiera de estas óptimas atalayas ustedes obtendrán siempre alguna perspectiva parcial, verdadera pero incompleta. Pues bien, el fundador del nacionalismo vasco, al construirse él mismo una atalaya para ver las cosas vascas, creó algo así como un túnel oscuro, donde había mucho ruido y apenas había luz. Ruido de armas, sobre todo, y la luz, la sostenía en un candil la mano de un cura imbuido en historias de persecución y odio. Y así le salió a Arana su propuesta sobre lo que eran las cosas vascas. Un relato oscuro y falso de gentes odiando a España y aplastadas por ella.

Así como hay relatos que sirven para vivir y soportar la dureza de la vida, los hay también para fingir que la blandura de un relativo buen vivir es una parte nada más de lo que a uno le deben, pero que otros roban o escatiman por envidia y rivalidad. Éste es el caso del narcisista relato que fraguó Arana y que el PNV utiliza para formar a su gente, ideologizar la cultura y construir la nación vasca. Su estructura narrativa se ha ido configurando mediante diferentes versiones en las que el mitema más importante era la noción de enemigo. Pero después de la guerra civil, tras la vergonzosa entrega nacionalista de la tierra vasca, de sus gentes y de la cosa pública en manos del fascismo, el nacionalismo vasco ha remodelado dicho mitema desde la perspectiva de sometimiento y guerra total con España. Como sabemos, ETA ha desempeñado un rol crucial en el revival nacionalista de esa ensoñación narcisista, que sirve para matar personas y eliminar la pluralidad de ideas. Ésa es la manera fuerte de vivir como nacionalista vasco hoy; otras maneras más mitigadas enfatizan que no es necesario vivir de modo tan extremo, pero justifican que sus actores, los pobres etarras, están casi abocados a ello por el conflicto histórico de naturaleza política. Es decir, por lo que imaginó la especulación de Sabino Arana. Y ningún nacionalista especula ya más porque las verdades troncales del relato aranista son apodícticas. Toda la realidad se interpreta desde ellas.

A Arzalluz, que es quien detenta la legitimidad y ortodoxia del relato nacionalista vasco, le acaba de hacer una entrevista para un prestigioso diario polaco el periodista Adam Michnik, cuyo extracto nosotros pudimos leer en las páginas de este diario. Y como Arzalluz es de los que casi siempre 'se refieren a cosas prácticas', nos enteramos de que el aspecto práctico de la especulación nacionalista es separarse de España. Importa poco que ese supuesto práctico esté apoyado en una enorme falsedad, puesto que, contra toda evidencia económica, Arzalluz sostiene que los vascos exportamos al exterior de España 'el 70% de lo que producimos'. Y lo sostiene cuando hasta casi los escolares saben que el 70% de sus importaciones y el 60% de sus exportaciones tienen como origen o destino el resto de España. Cuando Euskadi, tras más de 20 años de competencias, aún no ha sido capaz de hacer una autovía en la N-I para unir Guipúzcoa con Álava o cuando los guipuzcoanos y vizcaínos tenemos que pagar la autopista más cara de España para trasladarnos de San Sebastián a Bilbao o de Irún a Zarauz, nos enteramos de que lo práctico para nosotros sería hacer trenes de alta velocidad con Burdeos, Londres y Milán, pero como 'son ellos, los de Madrid, quienes deciden si eso se puede hacer o no', están impidiendo que se expanda la creatividad vasca. Es decir, que lo práctico es que 'no necesitamos a Madrid para nada'. Además, está lo superpráctico que resulta ser 'más ordenados y más trabajadores' que los españoles y que 'sabemos hacer las cosas mejor y con menos dinero' que ellos. Sí, por eso un maestro vasco o un profesor ganan más que cualquier maestro o profesor español o que un ertzaina raso, recién estrenado, gana tanto como el experto artificiero más cualificado de los servicios policiales españoles.

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Lo práctico del nacionalismo peneuvista es también no llamar jamás terrorismo a lo que hace ETA, sino llamarle 'un camino' para la independencia, aceptando su propia premisa de que no existe democracia en España o existe de 'muy baja calidad' porque está 'tutelada por el Ejército'. Por eso le resulta tan práctico al PNV tratar de convencerles a los de ETA de que se avengan a razonar políticamente y dejen 'ese camino', porque se ha vuelto 'hoy un estorbo muy perjudicial' para la independencia, aunque ya se sabe lo práctico que fue ayer tirar las nueces del árbol. Lo eminentemente práctico de especular con el enemigo es suponer además que ETA fue un invento conspirativo de los americanos para desmantelar al PNV y su sindicato. Si ETA nació contra el PNV, como sostiene Arzalluz, ¿a qué se debe que no haya sido asesinado todavía ningún peneuvista por serlo ni sus concejales deban estar escoltados? Lástima que al periodista polaco no se le ocurriese esta pregunta tan práctica, pero Arzalluz nos la puede contestar cuando desee.

Nada más práctico, en consecuencia, que tratarles a los etarras como si únicamente fueran vascos en exceso ('vascos y nacionalistas en extremo') y nada más práctico que tratar las reivindicaciones de ETA (las de presos y familiares de presos) como un asunto 'primordial' porque 'todos ellos son de aquí'. ¿De dónde soy yo, de dónde Savater, de dónde un concejal no nacionalista o un escolta de ese concejal y de dónde son todos los asesinados y amenazados vascos? Lo práctico de Arzalluz es no mentar nunca que sean nacionalistas vascos, esos 'de aquí' precisamente, quienes han sido y son los verdugos y quienes han creado y crean víctimas.

¿Por qué es práctico Arzalluz al decir que ETA no se arregla 'solamente por vía policial', sino que es menester 'la vía de la negociación'? ¿Por qué 'ese objetivo es el derecho a la autodeterminación'? ¿Por qué Arzalluz no es español, como le enseñaron sus padres, sino es de los que 'queremos vivir a nuestra manera', sin importarle la manera de morir de los vascos ya asesinados, de los que van a serlo todavía y de la manera de vivir de los vascos que ya están excluidos por él de llamarse vascos?

Lo práctico de Arzalluz no tiene nada que ver con la realidad social vasca, sino con la especulación de Arana. Tampoco tiene nada que ver con un anclaje moral, sino con la más desvergonzada intención de sobrevivir y ganar a expensas de los que han sido asesinados y hayan de serlo todavía. Pero sí hay un leve soplo de realismo, el único, cuando dice tangencialmente que 'yo tengo miedo ahora. Pienso que están preparando algo muy gordo [los de ETA]'. Por lo visto, los cientos de asesinados no han sido nada gordo; tampoco es gordo que la patronal vasca esté siendo masivamente extorsionada y media población, la nacionalista, no haya temido nada ni haya sido amenazada hasta ahora, pero sí la otra mitad de la población. Pero convengo con Arzalluz en que ya son tiempos de decantación éstos de 'ahora' y de que el miedo es el único que nos pondrá a todos en la misma fila.

Mikel Azurmendi es profesor y escritor.

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