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Columna
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Subvención

Animados por las ayudas públicas que habitualmente recibe la fiesta de los toros (en especial por los miles de millones que le han sido concedidos para superar la crisis de las vacas locas) y estimulados por las subvenciones a fondo perdido que la Consejería de Desarrollo Tecnológico de la Junta de Andalucía tiene pensado otorgar al sector aeronáutico, un grupo de imaginativos, por no decir imaginarios, escritores andaluces se entrevistó en pleno agosto con doña María de las Mercedes Imberos Hímiles, directora general de Ficción Realista y Fomento de la Lectura, para solicitarle una serie de ayudas al Gremio de Escritores y Columnistas Andaluces, que en los últimos años había visto reducida no sólo la influencia social de sus miembros sino también su poder adquisitivo a causa de la imparable reducción del número de lectores y del irrefrenable aumento y creciente poder de los analfabetos funcionales.

Los representantes del Gremio acusaron a la Dirección General de no aplicarse en una política seria de fomento de la lectura, y cifraron en miles de millones las pérdidas ocasionadas por la incultura general. Como el sector taurino o el aeronáutico, el Gremio de Escritores solicitó formalmente al departamento de Mercedes Imberos Hímiles una serie de medidas económicas para compensar lo que los escritores andaluces hubieran ganado si en su tierra se leyese más.

La Directora General de Ficción Realista, que en todo momento fue receptiva a las reivindicaciones del Gremio, veía las cosas de otro modo, y les pidió a sus representantes un esfuerzo de imaginación que a los escritores, por otra parte, no les costó ningún trabajo realizar. Imaginemos un país, propuso la funcionaria pública (y los del Gremio de Escritores enseguida cerraron los ojos de la cara para ver la realidad con los ojos de la imaginación), imaginemos un país donde nadie hubiese escrito nunca una palabra. Los escritores tuvieron que reconocer que a nadie en su sano juicio se le ocurriría quejarse en ese país imaginario de los bajos índices de lectura. Lo grave, dijo la Directora General de Ficción Realista, no es el bajo índice de lectores tomado en términos absolutos, sino el desfase entre lo mucho que se escribe y lo poco que se lee. Nos quejamos de que nadie compra libros porque son multitud los que se dedican a escribirlos. De lo que se trata, por tanto, no es de fomentar la lectura, sino de conseguir que los escritores y columnistas cesen en su frenética actividad. Por eso vamos a hacer, prometió, un esfuerzo semejante al realizado con la fiesta nacional y con el sector aerodinámico y vamos a subvencionar al Gremio. Queremos que el estado cubra económicamente la renuncia a escribir, que compense generosamente el silencio de los que hoy colaboran en la prensa, de aquellos que tienen libros publicados y que decidan mañana abandonar para siempre su actividad. Buenos adelantos por cada libro no publicado, y generosas retribuciones por las columnas no escritas. Todo ello con la pretensión de que en unos años los cultivadores de la ficción en prosa se dediquen básicamente a no escribir, y los lectores puedan por fin dejar de leer.

Y creo que la Directora y el Gremio firmaron el acuerdo.

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