Reforma del Estatuto
Cada vez que pienso en el debate planteado sobre la reforma del Estatuto andaluz recuerdo una frase que circula en algunos libros de citas célebres: 'Los malos políticos dedican un 75% de su tiempo a perpetuarse en el cargo o conseguir alguno mejor que el actual, un 20% a la administración rutinaria de su parcela de poder y un 5% a solucionar los problemas de los ciudadanos'. Posiblemente la frase sea una humorada de algún escritor anónimo, pero viene perfecta para describir la situación que se va a producir en la política andaluza en el próximo otoño: mientras la comunidad necesita un revulsivo que la saque de la parálisis social en la que se encuentra, los políticos van a dedicar todos sus esfuerzos a debatir sobre la vertebración (¿quién lanzó primero esta palabra?), las provincias, las comarcas, las competencias, los planes, los pactos y, si se tercia, hasta sobre el sexo de los ángeles.
Manuel Chaves y su camarilla están metiendo al PSOE en un barrizal de incierto resultado, de donde sólo les podría sacar un respaldo masivo del pueblo andaluz al posible referéndum de ratificación de la reforma del Estatuto, que por ahora nadie sabe por dónde va a caminar. Sin embargo, el resultado de esa obligatoria votación se me antoja incierto, ya que la mayoría de los habitantes de Andalucía oriental difícilmente aceptará que la reforma no consista en una auténtica descentralización del poder y de los servicios de la Junta entre las diferentes capitales.
Un referéndum donde una o dos provincias rechazaran la reforma supondría un golpe tan grave a la unidad de Andalucía que la obligación del promotor de toda esta farsa y de los que lo apoyan sería dimitir; sin embargo, las personas pasan, y lo que va quedando es la sensación general de que la política de nuestra región gira siempre sobre las pequeñas rencillas y las palabras altisonantes de algunos personajes mediocres, profesionales de la permanencia, que hace 20 años que gobiernan la región que sigue siendo la hermana pobre de Europa.
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