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El 'Salzburgo' alternativo comienza con un festín de música, teatro y gastronomía

Acoge el Zeitfluss por tradición las propuestas artísticas más radicales, las que tienen difícil acomodo en el festival oficial de Salzburgo. En las 16 convocatorias que tienen lugar hasta el 12 de agosto, hay desde encuentros de músicas renacentistas con composiciones actuales de Ligeti y Terry Riley, hasta espectáculos teatrales a partir de los recuerdos de un comandante de Auschwitz, con una discusión posterior de título inquietante: Después de Auschwitz. El genocidio como posibilidad, con André Heller, Gérard Mortier y Hans Neuenfels. Están programadas sesiones dedicadas a Prometeo, de Luigi Nono, en versión textual de Massimo Cacciari, y hasta una noche sufi (de ocho de la tarde a seis de la mañana, en una carpa de circo instalada en el Volksgarten). El bandoneon de Dino Saluzzi se alterna con el acordeón de Gianni Coscia, la música persa echa un pulso a Perotin y Morton Feldman es un contraste considerable a la lectura de Ecce homo, de Nietzsche.

Zeitfluss es un espacio para la experimentación. La ceremonia de apertura fue absolutamente insólita: una acción teatral con humor conceptual y hasta numérico, recital de silbidos con aires de Offenbach y Schubert por la Baronesa Lips von Liptrill o sonidos de trompas alpinas tratadas electrónicamente, en el marco de una gran cena en diez capítulos (doce platos, no precisamente estrechos) oficiada por el admirado (en esta zona) cocinero Carlo Wolf.

Una cuchara

El festín comenzó con una sopa fría de erizos con melón y menta, simultaneada con un tartare de un pescado de lago, y continuó con un suculento desfile de platos -algunos más inspirados que otros- hasta altas horas de la noche. El comensal disponía únicamente de una cuchara como instrumento culinario, lo que permitió ver las diabólicas habilidades manuales de la presentadora de la televisión austriaca que cubría el acto para dejar las codornices rellenas y las costillas caramelizadas totalmente en los huesos sin mancharse un dedo. El espectáculo gastronómico-cultural convocó a unas 300 personas (no cabían más en la carpa) que desembolsaron 250 chelines austriacos (unas 30.000 pesetas).

La incorporación de la gastronomía a los actos festivaleros de Salzburgo, aunque sea por la vía off-off, es un reflejo de la cada vez más sugerente cultura culinaria de la región. Está extendida la creencia de que en Salzburgo se come mal y muy caro. Lo segundo es, evidentemente, cierto. Lo primero, depende de los sitios. Los mejores restaurantes están, en cualquier caso, en las afueras -Brandstätter, Pfefferschiff- y, sobre todo, en la provincia -Obauer en Werfen, Schloss Prielau en Zell am See-. El festín dionisiaco de Carlo Wolf en el Zeitfluss contribuye a añadir un granito de arena a la ascensión de la restauración salzburguesa y tiende puentes de intercambio entre sectores culturales, que aparentemente tienen poco que ver entre sí.

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