'Nuestro mayor público es el que busca nuevas propuestas'
Miguel Martín (San Sebastián, 1956) lleva 16 años, repartidos en dos etapas, dirigiendo el Jazzaldia donostiarra, que esta noche estrena su 36 edición en la plaza de la Trinidad con las actuaciones de los hermanos Brecker y de Frank Sinatra junior con la orquesta de Woody Herman. Estos músicos iban a actuar en un principio en la tradicional Jazz Band Ball, que este año ha tenido que suprimirse por la 'deserción' a última hora de uno de los patrocinadores del festival.
Pregunta. ¿En qué se diferencia el Festival de Jazz de San Sebastián de los de Vitoria, Getxo y Bayona?
Respuesta. El festival de San Sebastián, ante todo y sobre todo, pretende conseguir que la parte de la ciudad a la que llegamos sea una fiesta relacionada con el jazz. Para nosotros es importante ese aspecto festivo y lúdico del festival, y también la diversidad de las propuestas que hace. En ese sentido podemos ser diferentes, no porque los demás no ofrezcan estos elementos, sino porque nosotros quizá hagamos más hincapié en ellos. Por eso, nos encanta que vengan puros aficionados de fuera, pero también nos gusta llegar a la gente que anda por la calle y simplemente se acerca al festival porque escucha música.
P. ¿A lo largo de estos años se ha creado una cultura jazzística en San Sebastián?
R. Para nosotros no es importante el número de grandes aficionados al jazz que haya en San Sebastián, sino que sea una ciudad con mucho interés por la música. Hay mucha gente que tiene curiosidad por nuevas propuestas y estilos musicales y está buscando que le hagas una propuesta realmente original, diferente a las demás, no sólo en el jazz, sino en la música étnica, clásica, en todas esas músicas que no forman parte de lo que es el núcleo comercial de la música pop. Somos conscientes de que nuestro público mayoritario es ese, que, sin duda, crece.
P. ¿El festival queda este año un poco cojo con la supresión de la Jazz Band Ball?
R. Bueno, es evidente que respecto de festivales anteriores falta algo, aunque se gane una sesión en la plaza de la Trinidad. Hay gente que lo prefiere así, que no le gusta la Jazz Band Ball porque le parece que se dispersa demasiado la atención. En cualquier caso, esa es la situación actual, pero nuestra idea no es abandonar la Jazz Band Ball. Aunque la verdad es que, por las hojas de taquilla, tampoco parece que el público se esté lamentando, sino que lo que va a hacer es ir a la plaza de la Trinidad.
P. Hay quien opina que el programa de este año está copado por figuras clásicas del jazz, pero carece de nombres relumbrantes y proyectos innovadores. ¿La organización no ha querido correr riesgos?
R. No estoy de acuerdo con esa apreciación. El festival de este año tiene unas propuestas muy diferentes a las de otros años. De hecho, hay más presencia de jazz eléctrico y vocal. Lo que tiene esta ciudad, como decía mi buen amigo Diego Galán, es que se acostumbra demasiado fácil a lo extraordinario. Pat Metheny y Charlie Haden son superfiguras en cualquier festival del mundo. Bobby McFerrin lo mismo. Y, en este momento, Calle 54 es una de las principales actuaciones que hay en todos los circuitos de verano.
P. ¿Por qué cree que los donostiarras se acostumbran demasiado fácil a lo extraordinario?
R. Es una ciudad de 180.000 habitantes con un festival de cine, una quincena musical y un festival de jazz de primera división. Una ciudad con actuaciones cada dos por tres por todas partes y con una propuesta cultural que no tiene nada que ver con las propuestas de incluso ciudades mayores, y aún así nos quejamos. A ver si eso no es acostumbrarse demasiado fácil a lo extraordinario. Todo nos parece poco y no nos damos cuenta de que tenemos 180.000 habitantes y la capacidad que tenemos, a pesar de lo cual tenemos manifestaciones culturales de primerísimo nivel. Unas manifestaciones que incluso son más apreciadas en el exterior que dentro de nuestra propia ciudad.
P. ¿Cómo va la venta de entradas?
R. Para Pat Metheny quedan pocas entradas, unas 90, pero, probablemente, para mañana, día de la actuación, estén agotadas. Lo que sí están agotadas ya para Metheny son todas las entradas con precios que oscilan entre las 1.500 y las 5.000 pesetas, y sólo quedan las de 6.500.
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