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Reportaje:

El aroma de la molienda

Una familia de Valdepeñas recupera un molino del siglo XVI y lo convierte en museo de costumbres populares

Ginés Donaire

El viejo molino de harina de Valdepeñas, un pequeño pueblo de la Sierra Sur jiennense, dejó de funcionar hace 22 años. 'Pudo más la falta de rentabilidad que la nostalgia por una actividad heredada durante varias generaciones', asegura José Parra Delgado, uno de los integrantes de la familia que ha querido desafiar a las nuevas tecnologías devolviendo al viejo molino de agua todo el esplendor que tuvo desde su creación, en el año 1540.

En el mismo sitio del molino alto de Santa Ana existía otro de aceite de prensa. De éste sólo queda el recuerdo gracias a la maqueta elaborada por Pedro Galán Higueras y que ha quedado expuesta en el portal del rehabilitado molino de harina de los hermanos Parra Delgado, ahora convertido en un museo de artes y costumbres populares de la comarca.

Gracias al programa comunitario Proder -que le concedió una ayuda de más de 11 millones de pesetas-, la familia Parra ha querido perpetuar la memoria histórica de sus antepasados embarcándose en una cuidada y respetuosa tarea de restauración de una de las principales señas de identidad de este municipio. 'Apenas hemos modificado ningún elemento original del molino', indican los hermanos José y Serafín mientras enseñan orgullosos su labor artesanal, que podría recibir un importante espaldarazo si prospera el expediente incoado por la Consejería de Cultura para su declaración como Bien de Interés Cultural.

El visitante de este peculiar museo -'un atractivo más para dinamizar un incipiente turismo rural en la Sierra Sur', apuntan sus promotores- se tropieza en primer lugar con la sala de molienda, donde se encuentra la piedra de moler, la transmisión y el engranaje de los aparatos de la limpia y troje del trigo. De allí se accede hasta la parte alta, donde se encuentran los dos rodeznos, ruedas hidráulicas que aprovechan el agua procedente del nacimiento del río Vadillo. En la sala de la harina se encuentra el torno y el saxor, máquinas destinadas a separar las diferentes partículas del trigo tras su molienda, dando lugar a la harina, la sémola y el salvado. La sala del trigo, la bodeguilla y el corral completan las instalaciones de un molino del que se valora su aportación didáctica en materias como la historia, la arquitectura, la ingeniería y la etnología. 'Llama la atención que es un molino dinámico, un museo vivo', resume José Parra.

La construcción del molino de Santa Ana coincide con la fundación del municipio de Valdepeñas. Fue tras la Conquista de Granada cuando se empezaron a poblar estos terrenos de la sierra de Jaén que antes habían sido ocupados por los árabes, que dejaron como huella sus sistemas de canales y acequias que los nuevos pobladores supieron aprovechar. El molino, asignado por Carlos V al Concejo de Valdepeñas, fue gestionado durante siglos por las familias más hacendadas del pueblo hasta que en 1921 lo adquirió la familia Parra, actual propietaria. Ha participado de los grandes momentos históricos de la población. Así, fue el único sustento en los períodos de aislamiento de las epidemias; en la Guerra de la Independencia, abasteció de harina a la guerrilla que luchaba contra el invasor, y en la guerra civil, mediante su intervención por la Intendencia Militar de la República, garantizó el reparto de pan en el frente de Alcalá la Real.

Los hermanos Parra gestionan actualmente una conocida fábrica de dulces típicos, pero con la resurrección del viejo molino harinero han vuelto a sus raíces.

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José Parra Delgado y su hermano Serafín (derecha), en el molino restaurado en Valdepeñas.
José Parra Delgado y su hermano Serafín (derecha), en el molino restaurado en Valdepeñas.JOSÉ MANUEL PEDROSA

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