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Columna
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Arco

Recientemente coincidieron en Valencia tres personajes políticos catalanes. De la mano de la UIMP y para impartir doctrina sobre el arco mediterráneo, se dejaron caer los representantes del ala conservadora: Artur Mas, Conseller en Cap de la Generalitat de Cataluña, y Josep Piqué, ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno español. Dos pesos pesados en temas mediterráneos se desplazaron a la demarcación geopolítica más deseada y disputada de la España actual.

No parece que hayamos avanzado demasiado en el arco mediterráneo, al que el sucesor de Jordi Pujol le ha añadido el calificativo de latino. Así pues, para la definición y la puesta de largo del arco mediterráneo latino, a Cataluña le hace falta la perla extraviada, que es la Comunidad Valenciana. Imagino que se trató de todo con políticos y empresarios. El tren de alta velocidad (AVE), la conversión del ancho de vía europeo, los puertos, los aeropuertos, la financiación autonómica, la política europea de las regiones y el vidrioso tema de la lengua, tras la polémica creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Josep Piqué, uno de los valores más avezados del actual gobierno Aznar, domina los aspectos mediterráneos de la política exterior del Reino de España, en esta fase previa a la presidencia española en la Unión Europea, que se formalizará en el primer semestre del 2002.

Faltaba la presencia del líder del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), Pasqual Maragall, para completar el abanico de opiniones acerca del arco mediterráneo. Transcurridos seis años desde la Declaración de Barcelona (1995), dentro de la Conferencia Euromediterránea, las dos orillas de este mar siguen incomunicadas. Árabes y latinos sabemos que estamos condenados a entendernos sirviéndonos del mar como sólida plataforma para realizar un proyecto común. Y, en esta tarea, propia de cíclopes y dioses, la Comunidad Valenciana está llamada a participar y contribuir. Como casi siempre, los empresarios que pasaron la velada con Mas no fueron los mismos que cenaron con Maragall, mientras que Piqué optó por concentrar su actividad en el foro académico, en plena sintonía con el presidente Zaplana.

La Comunidad Valenciana se muestra como la baza más reñida en ese pretendido triángulo que han de formar Barcelona y Madrid con Valencia. Los valencianos estamos de moda y tenemos por definir nuestro papel en esta jugada maestra. Los catalanes, a diestra y siniestra, saben que han de entenderse antes con los empresarios que con los políticos. Otra cosa diferente es si Artur Mas y su conseller de Economía acertaron a la hora de escoger sus interlocutores. Mucha actividad, muchas agendas solapadas y demasiadas coincidencias para ser casuales.

El inicio del verano de 2001 aporta una situación muy equilibrada de la economía valenciana, con un frenazo a la actividad, un incremento del 10% en la exportación, un comportamiento estable en el empleo y un crecimiento sintomático del movimiento de cargas en los puertos. Completamos los huecos allá donde estamos y, como se demuestra, los arcos ya no se pueden tensar sin nuestros nudos y sin nuestra cuerda. Nada ocurre por casualidad y los tres políticos catalanes quisieron venir hechizados por una realidad que necesitan para crecer, aunque en algún momento pueda llegar a inquietarles.

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