La raíz del problema
La policía vuelve a usar toda su violencia para efectuar un desalojo, las calles de Barcelona vuelven a repetir una ya conocida escena: cargas, carreras, balas de goma... la ciudad despierta (por los medios de comunicación) recordando una realidad que ya había olvidado -¿okupas?, ¿aquellos del Princesa?-, y una vez más la imagen (mediática y mediatizada) del movimiento okupa queda vinculada a escenas de violencia. Y así nace un mito: el problema okupa. Como si las casas okupadas fueran un problema para la sociedad, un problema que resolver (como se resuelven los problemas en el actual capitalismo global) por medio de una eficaz maquinaria policiaco-judicial y, si se tuerce, penitenciaria.
Mientras tanto, en sólo tres años, el precio de la vivienda en Barcelona ha subido en un 45%, una familia normal (con un sueldo normal y no de político o de comentarista estrella) dedica la mitad de sus ingresos, o más, a pagar el alquiler o la hipoteca; bancos e inmobiliarias duplican sus beneficios, las casas vacías (o vaciadas) así se quedan, proliferan los gabinetes de abogados 'especialistas en pisos de renta antigua' (léase, echar de su casa a viejos improductivos). Todos los años, sólo en el área barcelonesa, se producen más de un millar de desahucios de familias humildes, perfectamente legales, con mandato judicial y protección policial, que no por no ser mediáticos, son pacíficos, sino que cuando la violencia es unilateral, no es violencia, sino ley.
Pero el problema son los okupas... Parece que la pregunta está mal planteada, que el problema es que unos pocos se están enriqueciendo, y mucho, a costa de una necesidad (si sólo fuese una) básica de la gente. El problema es que las instituciones (que en teoría somos todos) utilizan la legitimidad legal y el dinero público para proteger la (acumulación de) propiedad de una minoría frente a los derechos sociales de la mayoría, incluso la vivienda, reconocida por la Constitución (la misma que 'pide' a los poderes públicos que impidan las prácticas especulativas).
Para los voceros del pensamiento único decir eso es una locura o un crimen, pero el delito es la especulación y no la okupación. Pero, como Galeano [el escritor uruguayo Eduardo Galeano], pensamos que 'es el mundo el que está al revés y no nosotros'.
Guillem Sánchez es miembro del Movimiento Okupa.
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