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Reportaje:

El quirófano de la muerte

El fallecimiento de 35 niños en un centro provoca la revisión de la sanidad infantil en el Reino Unido

Isabel Ferrer

El periodo comprendido entre 1991 y 1995 será recordado con amargura en la ciudad británica de Bristol. Durante esos años, 35 niños enfermos del corazón fallecieron inútilmente en los quirófanos del hospital general local, el Royal Infirmary, por culpa de dos médicos incompetentes, James Wisheart y Janardan Dhasmana, que aceptaron casos de cirugía infantil sin estar cualificados para ello. Su arrogancia y la conspiración de silencio que rodeó su actuación llena ahora las 600 páginas del informe más crítico recibido nunca por la sanidad pública del Reino Unido: un informe que ha provocado la revisión misma de los servicios pediátricos nacionales.

El caso de Wisheart, director médico del hospital, y su colega Dhasmana, ha revelado lo que muchos pacientes, y en especial los padres de los menores de Bristol, llevaban años denunciando: el carácter intocable de los especialistas y el paternalismo reinante aun a la hora de explicar a pacientes y familiares los peligros de las operaciones. La mayoría de los pequeños intervenidos en la Royal Infirmary padecían enfermedades muy graves y sus posibilidades de supervivencia eran escasas. En vez de decir la verdad a los padres, que sus hijos estaban muy enfermos y ellos no se veían capacitados para operarles, los cirujanos en cuestión daban la sensación de que los niños podrían recuperarse.

Un enfoque tan optimista no le sirvió de nada a Tanya Osborne, una niña de cinco años fallecida en Bristol en 1987, cinco días después de que Wisheart cometiera serios errores al operar una malformación congénita en su corazón. La madre de la pequeña, Jayne Cole, ha podido saber ahora que el cirujano cortó una arteria por error al coser el corazón, no supo cerrar uno de los agujeros que debía corregir y tampoco protegió adecuadamente el órgano durante las 10 horas de intervención. Para desgracia de otras 60 familias, semejante retahíla de errores no fue fruto de la mala suerte. Wisheart carecía de la habilidad suficiente como para operar a niños y, según señala con dureza el informe, mantuvo en todos los casos una actitud desdeñosa para con las familias. Como si las muertes no tuvieran nada que ver con él.

Organizados en un grupo de presión con más de 300 miembros, los padres que han perdido hijos en Bristol querían saber por qué nadie dio a tiempo la voz de alarma en el hospital. Una vez más el informe, encargado por el Ministerio de Sanidad en 1998, y que ha examinado más de 2.000 casos entre 1984 y 1995, emplea un lenguaje cortante y califica de 'tragedia griega' el hecho de que prácticas médicas tan defectuosas fueran negadas por todos los estamentos hospitalarios y la salud de los niños apenas contara para nadie. Y cuando la denuncia se produjo por fin, su firmante, el anestesista Stephen Bolsin, fue acosado por sus colegas hasta que acabó marchándose a trabajar a Australia.

Contratado en 1988, Bolsin formaba parte del equipo de James Wisheart y vio enseguida que las largas horas pasadas en el quirófano por el cirujano ponían en peligro a niños ya de por sí muy enfermos. En julio de 1990 comunicó sus temores a la gerencia del hospital, que no contestó. En lugar de ello, Bolsin se vio amonestado por Wisheart. El anestesista no se arredró y, después de escribir sin éxito al Ministerio de Sanidad y al Consejo General de la Medicina, acabó por hablar con cardiólogos de otros hospitales y se puso a disposición de los padres.

Wisheart y Dhasmana fueron inhabilitados en 1998, pero ha habido que esperar a la presentación del informe para que el Gobierno británico anunciara la creación de un Servicio Nacional de Salud Infantil, que supervisará a los centros estatales y evitará la repetición de tragedias como la de Bristol.

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