Falta de ignorancia
Lo que le pasa a la cultura española ahora es que presenta falta de profundidad, falta de esencia, y no exactamente falta de creatividad. No es verdad que los creadores jóvenes estén faltos de energía, ni que los creadores veteranos hayan perdido la capacidad de inventiva. No es cierto que no haya nada y que lo que hay es lo que ya hubo. Ésa es una de las falacias que han hecho circular los que siempre están: que siempre están los mismos. No es verdad, ustedes lo ven cada día; ni siempre están los mismos ni están todos los que deben estar. Hay de todo, incluso hay de aquello que uno desea que no haya, pero incluso eso es bueno que crezca, para que poco a poco se vislumbre lo bueno al lado de lo peor...
Las nóminas de la música, el cine, la literatura y las artes están cada vez más llenas de referencias a creadores nuevos que antes ni publicaron, ni expusieron, ni estrenaron; nombres nuevos que jamás aparecieron en ningún lado salen como revelaciones; la prensa y los restantes medios los jalean más que nunca, nadie puede decir que no tiene sitio en algún sitio, aunque no todo el mundo tenga sitio en todas partes...
En algunos sectores -la música, el cine (acuérdense de Alejandro Amenábar)- estas apariciones cuajan enseguida, son diestros de la música y la cinematografía muchachos que de pronto se asientan en el olimpo con el balbuceo de sus primeras obras. Algunos quedan. Otros no. De su porvenir no tienen miedo, porque aún no han visto desinflarse los globos, pero se tienen que someter cada vez más a una criba más poderosa, que no siempre es la criba de la calidad, sino la criba del mercado... A veces, cuando actúan la calidad o el mercado sobre el trabajo que hacen, suelen creer que los demás no entienden, pero o superan el sarampión del exceso de autoestima o se encuentran con el final difuso de sus ilusiones... Por supuesto que hay casos de creadores humildes capaces de esperar su turno aunque agoten el tiempo de su juventud. Pero el paradigma de hoy es la prisa, y quien no triunfa pronto considera pronto que ya no hay vida más allá de la pared negra. Otras artes -el pensamiento, la arquitectura, y ahora la pintura; hubo un tiempo en que ser artista plástico y joven era lo que se esperaba para hallar el éxito- tardan más en aceptar las novedades, porque la impostura es más difícil de mantener en especialidades de tan largo recorrido... La impostura tiene su relevancia, dura, pero resiste poco la prueba algodonosa y final del tiempo: al final se coge antes a un mentiroso que a un cojo... En estas artes el tiempo asienta el prestigio y lo consolida, y es el tiempo también el que deja a un lado el falso prestigio que una vez creció sin sentido ni razón... Las hemerotecas son baúles de éxitos que de pronto ya no son nada... En la literatura fue común la prisa de algunos creadores; la juvenilización que fue común hace algunos años, ahora parece encontrarse con la pared de una mayor exigencia, y no son las obras literarias mejores o peores porque las hayan escrito chiquillos llenos de fuerza, pero, como decía un ilustre analfabeto canario, llenos de falta de ignorancia...
Pero hay novedades, claro que las hay... Algunas son fulgurantes, se estrellan al final de un horizonte que se les quedó largo, pero hay, sin duda, rostros nuevos, firmas distintas, atosiga, pero entusiasma ver a tanta gente distinta cubrir el cielo que antes tenía sólo estrellas falsas o estrellas cuya promesa de luz se desvanecía pronto. Es verdad que el panorama no es el mejor, pero no es peor porque no exista esa creatividad lujuriosa, sino porque el caldo de cultivo general del país no es bueno. Supongo que esa situación de decepción no la puede contar todo el mundo de la misma manera, porque ésta es una feria que tiene interpretaciones muy distintas. Así que vale al menos la descripción del ánimo común, el que se pulsa con más frecuencia. La sensación que hay es que esa creatividad cierta se asienta sobre la base de un supuesto que no es de ahora mismo, pero que sí es nuevo en el ámbito de la cultura, que es el que provoca la precipitación, la búsqueda ansiosa del éxito y del dinero, la aparición súbita, lo que Víctor García de la Concha definió esta misma semana como la falta de cocimiento de la obra, literaria o no. Lo que aquel analfabeto decía: la falta de ignorancia. Quizá un clima más pausado, más clásico, más respetuoso con las leyes del aprendizaje y del tiempo nos hagan vivir una época más tranquila, culturalmente más gozosa.
Babelia
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