No tires la toalla en Getxo
enos aquí, en plena summer session, despidiendo con lágrimas en los ojos a la chavalería que se nos va a Irlanda a aprender inglés, engrasando la bicicleta, dormitando con el Tour, paseando varices y michelines al atardecer por veredas, campas, playas, montes, jardines, playas, piscinas descampados y cunetas cuando, de pronto, un veraniego bando del Alcalde Presidente de Getxo nos sacude del sopor poniendo cota a la impúdica ocupación pública de esos cuerpazos vecinales que se colocan el bañador, en cuanto divisan un trozo de tierra por escasa, espesa o municipal que ésta sea.
El llamado 'Bando de prohibición de estancia en traje de baño' se muestra poco comprensivo con todo ese vecindario cansado, maltrecho y dispuesto a estas alturas de la temporada a tirar la toalla en cualquier parte. La ordenanza tampoco considera como atenuante estival aquella vieja máxima de Quevedo: 'Menos me hospeda este cuerpo que me entierra', y advierte a la ciudadanía: 'Que, para el mejor orden y tranquilo disfrute de las campas y zonas verdes del Municipio, queda prohibida la estancia de personas en traje de baño, así como efectuar comidas a modo de acampada, en las campas de acceso a la Playa de Arrigunaga y al acantilado de Aixerrota (zona del Molino de Aixerrota) y zonas verdes de Ereaga, jardines a la Playa de Las Arenas y zona recientemente ajardinada del espigón de Las Arenas de Ereaga'.
Primeras consecuencias en campas y parques del 'Bando de prohibición de estancia en traje de baño'
Son cosas de bilbaínos porque en el corazón de Madrid, en los jardines de Plaza de España, hay parejas que se besan con el torso desnudo sobre la yerba. Allí se dan cita también solitarios y turistas que a la hora del amaiketako comparten sus sándwich con las palomas. Un poco más al fondo, en el Parque del Oeste, no hay domingo sin tanga, fritanga, ni minishort. Cientos de latinoamericanos transforman el parque en una especie de enorme afarimerienda, como un remedo de las campas de Salburua pero con más merengue y menos mítines. Madrid, en verano ya no es Baden-Baden. A esta ciudad más que mar lo que le falta es un buen bando, como los que redactaba en román paladino el difunto Tierno Galván. El foro carece del fuste municipal de Getxo y del probado fundamento de Los Santos de Maimona, Ayuntamiento de la provincia de Badajoz, que publicó hace años un exhorto prohibiendo toda demostración de amor en vías públicas, 'porque además de no interesar a los vecinos en general, van en contra del decoro público, son un mal ejemplo para menores y una tara moral para quienes lo ejecutan'. Su alcalde amenazó incluso con exponer durante ocho días los nombres de los infractores 'en pizarras instaladas en los lugares de costumbre'.
Ante la creciente amenaza invasora de ultracuerpos, aquí también se han tomado cartas en el asunto. Y de la necesidad de mantener impoluto el decorado de nuestros marcos incomparables se ha hecho virtud con el 'Bando de Prohibición de estancia en traje de baño'. El alcalde no se anda con chiquitas. Advierte que quienes lo infrinjan 'serán apercibidos por los policías locales y, si insistieran en no acatar el mismo, se les impondrá una multa coercitiva por importe de 15.000 pesetas que podrá ser reiteradamente impuesta en lapsos de tiempo razonables y suficientes para que se cumpla lo ordenado'.
El dibujante, hombre cumplidor por naturaleza, cree que los bandos se redactan para ser acatados, sin distinción de géneros, clases, ideologías, edades o palmitos. Deben ser obedecidos por igual y penalizados sus infractores, sean éstos apolos o fofitos, sílfides o matronas, adonis o panzones, blanditos o recauchutados, viejos o jóvenes, tirios o troyanos.
De momento, los hechos le han dado la razón. La medida ha entrado en vigor, sin miramientos, con todas las consecuencias punitivas. Hace unos días resultó retenido un jubilado por pasear su torso de bisonte en zona no autorizada. Cuentan que en horas de máxima alerta ya no se ven en las campas de Aixerrota, Arrigunaga y Ereaga a las clásicas etxekoandres enfundadas para la ocasión en sus trajes de sirena, con sus sillitas de cámping compradas en Alcampo, tocadas con gorritos tropicales y ajenas a las curiosas miradas de los paseantes. Hoy tan solo son damas en apuros por los antecedentes obrantes en la alcaldía, que convierten también en altamente sospechosos a esos vetustos caballeros que deambulan en calzones con un periódico atrasado bajo el brazo, pero sin posibilidad de disimulo, porque el auricular del transistor pegado a la oreja les delata. Son carne de cañón a punto de liberar colesterol despojándose del molesto cocodrilo aún a costa de la sanción correspondiente.
Los aguafiestas de turno dirán que en Getxo sale más barato quemar un autobús que exhibirse en paños menores. Pero una duda asalta la inteligencia: ¿y si fuera un pirómano del mobiliario público el que ejerciera en deshabillé? ¿y si en pleno acto de sabotaje sacara una tortilla de la fiambrera? ¿y si resultara avistado contoneándose en maillot por los policías locales, antes de convertir el contenedor de turno en una barbacoa? ¿Sería apercibido? ¿afeada su impropia conducta? ¿denunciado? ¿sancionado o, simplemente, advertido? Y de ser así, ¿persistiría en su empeño de arrasarlo todo, contraviniendo las más elementales normas de decoro y mostrándose en público como Tarzán? Interrogantes de semejante calado aconsejan comprensión por parte de sus destinatarios y, especialmente, mucha colaboración ciudadana, gracias ambas que el primer mandatario de Getxo espera obtener de sus habitantes: 'Como Alcalde acudo a los vecinos del Municipio pidiéndoles ayuda tanto para que cumplan con este Bando como para que inciten a que lo hagan quienes no cumplan como estima esta Alcaldía la ordenada convivencia vecinal'.
A partir de ahora mil ojos velarán para que se aplique la ordenanza, sin contemplaciones, a todo aquel que fumigue un autobús en traje de baño.
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