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Tribuna:LA MÁQUINA HUMANA | TOUR 2001 | Quinta etapa
Tribuna
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El corazón más hermoso

El corazón de los deportistas ha fascinado a los médicos desde siempre. Uno de los padres de la medicina, Galeno, pensaba que los atletas profesionales desgastaban su corazón peligrosamente y antes de tiempo. Algo parecido pensaba el doctor Thomas Allbutt, que, en 1893, presentó en la Sociedad Clínica de Londres la primera ponencia sobre lo que hoy conocemos como corazón de atleta -o corazón de ciclista, que viene a ser lo mis-mo-. Durante muchos años, el corazón de los deportistas de fondo ha preocupado a los cardiólogos. Tanto que un norteamericano, Moorstein, llegó a publicar en 1968 un artículo en la revista médica más prestigiosa del mundo según el cual muchos remeros universitarios de alto nivel habrían muerto antes de llegar a viejos aquejados de enfermedades cardiovasculares causadas por el esfuerzo. ¡Tuvieron que ser los propios remeros, todos ellos vivos y sanos, los que desmintieran sus aseveraciones!

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Afortunadamente, ahora, con nuevas técnicas diagnósticas como la ecocardiografía, que permite conocer por medio de ultrasonidos el tamaño de las paredes y cavidades cardiacas, se ha llegado a estudiar minuciosamente el corazón de los deportistas. Y en particular el de los ciclistas, que además están obligados por la UCI a pasar regularmente reconocimientos médicos exhaustivos, con evaluación ecocardiográfica incluida. Así, se sabe que el corazón de los deportistas de fondo, y el de los ciclistas en particular, es el mejor corazón posible que pueda tener un ser humano. Y el más hermoso, en palabras de un prestigioso investigador.

A la adaptación transitoria, pues desaparece al dejar de entrenarse, y fisiológica, que no patológica, que tiene lugar tras miles y miles de kilómetros de esfuerzo sobre la carretera, se le denomina hipertrofia ventricular excéntrica. O en otras palabras, las dos cavidades ventriculares, izquierda y derecha -los dos receptáculos de sangre más importantes del corazón-, son especialmente grandes para poder albergar una gran cantidad de sangre, pero a la vez la pared muscular que las envuelve es ancha y fuerte. Sobre todo la pared del ventrículo izquierdo. Es lo que a éste le permite estrujar o bombear con fuerza la sangre hacia las arterias que irrigan todos los tejidos del cuerpo.

Además, el corazón de ciclista es el que mejor se autorregula latido a latido: cuanta más sangre retorna al mismo por las venas, más se estiran las paredes de sus ventrículos y con más fuerza se pueden contraer. Nada menos que unos 180 mililitros por latido pueden llegar a salir por cada uno de los dos ventrículos de un ciclista pedaleando al máximo. Unos 35-40 litros de sangre por minuto. El doble que en un joven sano y sedentario. Otra característica del corazón de los ciclistas es su tremenda capacidad de respuesta: desde 30 latidos por minuto (lpm) en alguno de ellos durante las horas de sueño -a tan lento latir se le denomina bradicardia sinusal- hasta cerca de 200 lpm en plena subida al Alpe d'Huez. Y esa misma noche, y después de tanto esfuerzo, vuelta a la calma, a esos escasos 30 lpm.

¿Qué significa el Tour para el corazón? Unos 800.000 latidos cardiacos en total. Además, 90.000 de ellos son por encima de 170 lpm. A pesar de tanto latido, el corazón del ciclista ni sufre ni se desgasta.

¿Y las muertes que jalonan la historia del ciclismo? ¿Por qué se le paró entonces el corazón a Tom Simpson en plena ascensión al Mont Ventoux, en 1967? Fue el cóctel de anfetaminas y alcohol (brandy) que llevaba encima lo que le mató. O en todo caso la suma de tan explosiva mezcla con el tremendo esfuerzo realizado. ¿Y aquellos jóvenes ciclistas belgas y holandeses que murieron mientras dormían a finales de los ochenta? Desgraciadamente, todo apunta a que sus sangres eran demasiado viscosas a causa de un dopaje sanguíneo salvaje. Tanto como para causar trombos capaces de ocluir hasta los vasos de un corazón joven y sano.

Alejandro Lucía es fisiólogo de la Universidad Europea.

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