_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Don Quijote manipulado

Mucho han dado que hablar las palabras del señor Rodríguez Zapatero sobre el Quijote. Seguirán siendo recordadas aquí y allá y pasarán a la letra menuda de la historia. Como asimismo, el jolgorio de la parte gubernamental del hemiciclo y la comparación de la novela de Cervantes con un conjunto circense de baloncesto. Todo ello tan significativo. Muchas de las noticias que en su día merecieron grandes titulares en la primera página de los periódicos más serios, vinieron a parar en nada con el transcurso del tiempo. Mientras, agazapada en páginas interiores, una gacetilla es el primer testimonio escrito de algo que se está gestando y eclosionará como acontecimiento de gran trascendencia, acaso, para toda la humanidad.

Es previsible que las palabras de Rodríguez Zapatero tengan lectura para un extenso futuro, aunque sólo sea lectura de apoyo para la interpretación de un momento histórico dado en un país dado. La comparación del Quijote con los Globetrotters fue, es y será estrafalaria y triste. En cambio, el futuro dirá -si es que hay futuro y si, de haberlo, se digna acordarse de nosotros- que la rechifla de los diputados del Gobierno pudo deberse, en parte, a que Rodríguez Zapatero convirtió en párrafo o apartado lo que en principio parecía que iba a ser una mención en passant, un paréntesis de la guisa de 'por cierto...' Al líder socialista se le fue la mano, pero con todo, si no nos olvidamos de los Globetrotters, la balanza se inclinó en su favor.

Rodríguez Zapatero tiene ahora ante sí la nada difícil tarea de poner a Don Quijote en su sitio. Con él se ha cometido un 'puerco y descomunal abuso', como decía nuestro héroe refiriéndose a las uñas largas: ('Más que uñas parecen garras de cernícalo lagartijero'). Tuve ocasión de hojear una tesis doctoral -procedente de la Europa del Este- en la que don Quijote era comunista hasta el tuétano. Entre nosotros, la generación del 98 hizo del caballero un nacionalista español y eso ha traído consigo resultados funestos, nublando y alienando incluso el juicio de algunos inteligentes escritores 'periféricos'. Nos lo ha recordado José María Ridao: según Unamuno, el principal defecto del Quijote es no ser anónimo. Hasta tal punto, la novela de Cervantes es símbolo y resumen del espíritu nacional. Recuerdo que Ganivet, quien también politizó a Don Quijote, cometió el mismo desatino... ¡con Séneca! Córdoba existía, dislate al canto.

En su Don Quijote, no se ve que Cervantes quisiera simbolizar nada; y si hay atisbos, son más sugeridores de la diferencia que de la unidad. Don Quijote se queda prendado de Barcelona, donde se topa con el refinamiento y ve por primera vez en su vida una imprenta, que le subyuga. Alguna alabanza dispersa a lenguas otras que el castellano y al Tirant lo Blanc; y una simpatía encubierta hacia los moriscos. 'Abre los ojos, deseada patria y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo...' dice el escudero hincándose de rodillas cuando divisa las casas de su pueblo. Para él la patria es su aldea. Para Don Quijote, la patria está allí donde haya un entuerto que deshacer, una doncella que rescatar, un niño explotado al que hacerle justicia.

Pero en este país la celebración del 400º aniversario de la primera parte de El Quijote, puede dar pábulo a tensiones entre nacionalismos. Todavía, si no más que nunca. Si para unos Don Quijote es la misma encarnación del alma española, cosa más falsa que un duro sevillano, otros le quitan su nombre a una calle, porque Don Quijote se rió de un vizcaíno, algo tan falso como lo anterior. Hay quien opta por restarle valor a una novela que, como literatura en estado químicamente puro, es muy superior a la obra maestra del genial Marcel Proust. Si este cariz va a tomar el asunto, si los promotores del aniversario no saben o no quieren encauzarlo como lo que debe ser, es decir, la conmemoración de una gran obra literaria, se llegará a una situación altamente desagradable y nada positiva para la concordia de nuestro Estado autonómico.

¿Qué es el Quijote? Como tantas obras maestras, admite diversas interpretaciones; todas, menos las inspiradas en bastardos intereses políticos. Pobre Don Quijote, nacido Alonso Quijano. ¿Quijano? También podía ser Quijada, Quesada o Quejana. Es la primera genialidad del autor, borrar el pasado de su héroe. Hemos de imaginárnoslo, pero Cervantes no nos facilita la tarea, pues los escasos detalles que da, son producto del contexto, no de la intención del autor. A lo sumo, sabemos de una campesina de una aldea cercana, Aldonza Lorenzo, a la que el hidalgo pobre Alonso Quijano había visto con buenos ojos, sin haberse atrevido a hablar con ella. Mucho hace suponer que luego la convirtió en Dulcinea. Pero no idealizó a la campesina, sino la idea del amor.

Don Quijote, encarnación del alma nacional. Diablos, pues la deja hecha unos zorros. La sátira cervantina no tiene las aristas hirientes de la de Quevedo porque Cervantes es más sabio y carece de toda esperanza. ¿A qué ensañarse con un burro muerto? Con todo, existe la denuncia social y de ella no escapan ni individuos ni instituciones. Las putas no nacen, se hacen, y por eso don Quijote llamará a la Tolosa, doña Tolosa, y a la Molinera, doña Molinera. Pero es un acto de desagravio y de agradecimiento personal en el que no se detecta, sin embargo, demasiada solidaridad. El amor es quebradizo, el matrimonio acaba mal, la mujer está injustamente postergada (tenemos que obedecer a nuestros maridos 'aunque sean unos porros', se lamente la mujer de Sancho; la cual tampoco asume a gusto tener que llevar el apellido del esposo, no el propio). La institución eclesiástica aparece presentada como una mera profesión, la nobleza es ruin y mezquina, los representantes de la ley, 'ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros'. Después de alabar profilácticamente la orden real de expulsión de los moriscos, se nos cuenta la conmovedora historia del morisco Ricote y familia; o sea, que se nos expone gráficamente el drama humano que supuso tan 'acertada' disposición real. Pero el depositario de esta historia es Sancho, no Don Quijote, quien de serlo, se habría alzado contra el monarca y llovería sobre mojado después de la suelta de los galeotes. Cervantes tiene que echar mano del disimulo y del doble lenguaje.

Don Quijote es el resultado de la evolución personal de un Alonso no se sabe qué. Es un individuo sin geografía, sin historia y sin entorno social. No me lo saquen de ahí.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_