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Columna
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Para el verano

Julio ha sido tradicionalmente un mes con pedigrí para revoluciones, pronunciamientos y fechas políticas de guardar. Y desde que la democracia se ha vuelto estable y el grueso del personal dedicamos estas semanas a liquidar ataduras con la aplastante normalidad de nuestras esclavitudes laborales y profesionales para disfrutar de esos días de imposible ataraxia, los políticos con presente y/o futuro se llevan en la valija carpetas repletas de crucigramas para intentar resolverlos a la sombra del pinar, junto al arroyo de aguas breves o, en algunos casos, bajo la prosaica higuera vegetal paraíso de la siesta, donde, además, se sienten como en casa.

El verano, el corto espejismo que en estas tierras ya no trae convulsiones ni sobresaltos políticos, invita, pues, a tareas pendientes, a propósitos de cambio y enmienda menos veniales que los navideños y, también, por qué no decirlo, a la irrupción de los típicos culebrones de verano, a la aparición de extraños pájaros sobre los tejados (como ocurrió en Barcelona un verano a principios de los noventa) y a estadísticas deja vu sobre accidentes, robos, tasa de ocupación hotelera, intoxicaciones alimentarias,... Clausuradas las tertulias y despedidos los amigos en clubes y tenidas hasta que volvamos de los calores, algunos nos proponemos sugerir pequeñas tareas para las vacaciones a cuenta de que las asignaturas suspendidas sugieren clases particulares y la dedicación de algunas horas al estudio y al balance.

En el ecuador del sexto mandato municipal democrático, que coincide con la mitad de la quinta legislatura autonómica, sería bueno que los implicados se llevaran a las calas o al monte una carpeta con deberes para sacar adelante lo que al parecer es algo más que una preocupación personal de este columnista: visto el peligro cierto de que la próxima legislatura autonómica podría dar lugar a un bipartidismo perfecto en las Cortes Valencianas (de ciertas encuestas nunca segundas partes fueron buenas), visto que mientras EU se mueve en leve pero unidireccional regresión electoral, el BNV asiste a un despegue discreto, insuficiente y preocupante; dado que si no se acomete el trabajo político con la antelación suficiente las prisas postreras no hacen más que impedir decisiones meditadas; dado que, al parecer, Valencians pel Canvi se ha impuesto el trabajo de componedor entre afectados; y dado que en la política valenciana que afecta al nacionalismo democrático y a la izquierda alternativa no hay más cera que la que arde sería muy interesante que ambas familias se sometieran a un lifting colectivo de verano mediante el cual unos bajen a la tierra para desbrozar selectivamente un izquierdismo lleno de adherencias inútiles -que a la hora de la verdad resultan poco prácticas-, y los otros asuman tranquilamente, sin traumas, que la historia no ocurre gratis, y que si el 5 % del pueblo al que aspiran se les resiste puede que sea o bien porque no les comprende, precisamente porque les comprende, o, quizás, sólo porque al mismo vendedor le han visto vender lo uno y lo contrario y, sencillamente, dudan en comprar.

Estas semanas en que casi todo el mundo huye hacia el premio del ocio debería ser para estas cofradías en trance como un desiderátum para volver en septiembre, como en la película que protagonizó Bobby Darin, con los deberes hechos.

O bien, claro está, para traer la buena noticia de que por separado todo irá incluso mucho mejor.

Vicent.franch@eresmas.net

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