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LA CRÓNICA
Columna
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Teoría y práctica de la sonrisa

Sonrisa Profidén, sonrisa qué remedio, sonrisa portavoz del Gobierno, sonrisa tira-pa-casa-que-cuando-lleguemos-te-vas-a-enterar... Sonrisas, a pesar de que las azafatas de Iberia se empeñen en demostrar lo contrario, las hay de muchos tipos. Como mínimo de cien, a juzgar por el título que le ha puesto a su primera novela la traductora checa Monika Zgustova: La dona dels cent somriures (Proa). Quizá no sean cien exactamente, aunque tampoco importa mucho, porque lo cierto es que tampoco es una sola la mujer protagonista, sino tres, cada una con su historia: la duquesa de Alba persiguiendo a Goya allá por el XVIII, la escritora Bozena Nemcová fintando a la burocracia austro-húngara en pleno XIX y la rusa Nina Berberova tratando de sobrevivir al trauma del exilio tras la revolución soviética. Cada cual con su variada gama de sonrisas, no en vano representan respectivamente tres encarnaciones del amor (la pasión, el enamoramiento y la amistad), sacadas del extenso repertorio de la Zgustova, que tiene en su pasivo situaciones lo bastante peliagudas como para haber desarrollado esa arma hasta el límite: nacer eslava, concretamente en Praga; apuntarse al turismo forzoso de la intelectualidad al este de Berlín con destino a Estados Unidos; dejar allí a sus padres para venirse al Mediterráneo; residir desde hace 10 años en eso que los catalanes llaman Siches y los guiris Sich, y frecuentar en sus últimos estertores, hasta el punto de convertirse en su biógrafa, al gran consumidor de cerveza que era Bohumil Hrabal. De todo eso, además de una gran habilidad para sonreír con coquetería y melancolía a la vez (fíjense, fíjense en la foto: a ver si adivinan en qué episodio concretamente está pensando), le ha quedado una frase acongojante: 'Quien no se ha podido sentir como en casa durante muchos años no olvida jamás ese sentimiento. Un emigrante flota para siempre jamás en el aire, pero, puestos a flotar, yo prefiero sentirme desenraizada en el extranjero antes que en mi país natal'.

Hay muchos tipos de sonrisas. Al menos cien, a juzgar por el título que Monika Zgustova le ha puesto a su primera novela

De todos modos, la extranjería de la Zgustova (antes se llamaba Zgustová, pero el consabido poliglotismo local ha terminado por cargársele el acento) es un poco sui géneris. No sólo habla un catalán digno de una Creu de Sant Jordi (sólo se permite una concesión paneslávica en la erre, y para mí que lo hace aposta), sino que ha traducido a grandes escritores de su lengua materna (y del ruso) a la adoptiva, al revés de lo que se suele hacer. Su explicación es ésta: 'El checo me sale a la hora de escribir ficción, y el catalán y castellano, a la hora de traducir y hacer artículos'. Como si nada. El caso es que gracias a esa bidireccionalidad las estanterías catalanas gozan de 40 obras de Havel, Kundera, Dostoievvski, Bàbel, Akhmàtova, Tsvetàieva y, sobre todo, de Hrabal, 'un autor más traducido al catalán que al inglés', tal como recalcó en la presentación sichetana (¿o sichetense?) de La dona dels cent somriures otro candidato a la Creu de Sant Jordi, el británico Mathew Tree.

De hecho, fue gracias al autor de Trens rigorosament vigilats como la Zgustova se introdujo en la creación propia, aunque no en forma de ficción, sino de biografía novelada, hace tres o cuatro años. El titulo, Els fruits amargs del jardí de les delícies, ya sugiere ese contraste de sabores morales con que sonríe la escritora: 'Me gusta esa especie de ambigüedad y por eso titulé Grave cantabile la versión originaria, en checo, de la novela, aunque en catalán la convertí en La dona... para evitar que la denominación popular la dejase en La grave, un adjetivo que no casa en absoluto con la concepción mediterránea de la vida'. Diez años de sol y mar, obviamente, han dejado huella, y más aún en su próximo proyecto literario, una narración corta ambientada precisamente en Sitges que llevará el nada mitteleuropeo título de Menta fresca amb llimona. ¿Y las raíces, qué? 'Bueno, algo habrá: el protagonista será un ruso al que perseguirán dos mujeres americanas'.

Mucho más zgustoviano es el otro libro que tiene entre manos, a punto de salir y con espéctaculo incluido: 'Se titula Com en la nit les flames y son las traducciones que hice junto con Maria Mercè Marçal de las dos poetisas citadas, Akhmàtova y Tsvetàieva. Cuando salga el volumen, en octubre próximo, haremos una minigira de presentación con música de Joan Grimau al piano y la voz de Jordi Boixaderas'. Más zgustoviano porque la poesía catalana femenina, especialmente la de Marçal, además de la obra de Mercè Rodoreda, es uno de los vicios de la Zgustova. Aunque se apresura a puntualizar que no admite el calificativo de feminista. 'Yo provengo de un país que estuvo sometido durante demasiado tiempo a la tiranía de las ideologías, por eso rehúyo cualquier clase de -ismo'. ¿Incluso el sonrisismo? Por respuesta, una muestra.

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