Modernización
Una de las peores cosas que te pueden pasar si vives en Almería es que te surja un compromiso en la otra punta de Andalucía, que alguien te invite a dar una conferencia en Huelva, por ejemplo, o te pida que seas jurado de alguno de los premios literarios que se fallan en Sevilla. Aunque la idea te agrade, las dificultades para llegar son tan increíbles que los anfitriones acaban pensando que no quieres ir. ¿Te apetece venir en avión?, preguntan. Cuando les dices que no hay, se quedan con la mosca detrás de la oreja, y te ofrecen entonces el tren. Es que el tren tarda siete horas, te excusas. Ellos piensan que exageras y te brindan la oportunidad de llegar en coche, cosa que rechazas de inmediato, porque no merece la pena arriesgar la vida en la A-92 por unos miles de pesetas, o simplemente chuparse las obras que algún día culminarán esa autovía que acumula ya diez años de retraso.
La última vez que fui a Sevilla tuve que dar la vuelta al mundo. Iberia no había eliminado aún los vuelos Almería-Madrid, y todavía se encontraban aviones que trasladaban personas a Barajas. En el aeropuerto tenía que tomar el metro hasta la estación de Atocha, y allí el AVE rumbo a Santa Justa. Ante semejante aventura, es natural que la noche anterior a mi partida estuviera nervioso. Había sido además un día duro. El coche se me había quedado clavado en uno de los muchos socavones que tiene mi calle, asfaltada por primera y última vez en los años setenta del siglo pasado, y al caminar hacia casa había sido atacado por una jauría de perros abandonados, que desde hacía semanas tenían atemorizado al vecindario. Así que cuando llegó la noche, me tumbé en el sofá y me puse a zapear, temiendo que de un momento a otro se fuera la luz. Como, según el PSOE, Televisión Española da una imagen tercermundista de Andalucía, puse Canal Sur. Al principio, como siempre, salieron dos señoras particulares bailando sevillanas; pero luego apareció en la pantalla Manuel Chaves. Habló mucho rato y justo cuando anunciaba la segunda modernización de Andalucía y la plena incorporación de esta región al tren de las nuevas tecnologías, se me llenó el pozo negro y la inmundicia de mi casa empezó a salir por el sumidero del cuarto de baño. Vaya día.
No sé si alguno de ustedes tiene fosa séptica; supongo que no, porque están prohibidas por la Comunidad Europea. Para quien no haya visto nunca ninguna diré que una fosa séptica va filtrando los desechos bajo tierra hasta que deja de hacerlo. Su miserable contenido emerge entonces por los desagües en un inolvidable espectáculo de texturas y sonidos, preñado de tradición, que permanece vivo todavía en el siglo XXI gracias a ciertas barriadas sin alcantarillado que tributan impuestos al Ayuntamiento de Almería.
No sé si para esta segunda modernización de Andalucía habrá que abrir zanjas o no; pero si hay que hacerlo, le sugiero al alcalde de Almería, que es del mismo partido que Chaves, que aproveche las obras del jefe y que meta junto a los cables de fibra óptica y superferolítica las alcantarillas que en la primera modernización se debieron de quedar en el tintero. A no ser que Chaves tenga pensado implantar en Andalucía el desagüe fecal por Internet.
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