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Reportaje:SALUD

Una moda con riesgo

El bronceado en cabinas de rayos UVA es rápido y eficiente, pero su abuso puede producir cáncer de piel

Nina Martínez de la Fuente, de 55 años, acude cuatro veces a la semana a un centro de bronceado en el lujoso barrio de Salamanca, en Madrid, y en cada ocasión recibe seis minutos de intensos rayos ultravioleta tipo A (UVA) . Por cada visita paga 500 pesetas, aunque ya tiene reducciones por ser cliente frecuente. La sesión consiste en acostarse o estar de pie en una cabina, apretar un botón, cerrar los ojos y luego recibir la intensa radiación de rayos UVA proyectados por largos tubos mientras se escucha la radio. La mayoría de cabinas se asemejan a lo que podría ser una máquina de tiempo.

Nina disfruta esta experiencia y la considera mejor que estar en la piscina o en playa, ya que se broncea más rápido y lo puede hacer cualquier día. Ella sí ha obtenido su objetivo, pues parece que hubiese estado varios días bajo un fulminante sol veraniego. 'No me quemo', repite una y otra vez, segura de que no se le puede dañar la piel. Ya casi lleva tres años haciéndolo y lo considera como 'el mayor invento para las mujeres'.

Tan sólo en España hay 168.000 aparatos para cambiar el tono de piel repartidos en centros de bronceado y gimnasios. Gracias a la tecnología la gente puede mostrarse en su trabajo o casa como si hubiese regresado de la playa. De los tres tipos de rayos que emite el sol, el tipo A ha sido considerado el menos cancerígeno. Sin embargo, exponerse con frecuencia a los rayos UVA de las máquinas puede producir flacidez, piel arrugada y cánceres de piel, según la Academia Americana de Dermatología. Esta organización considera también que entre 15 y 30 minutos en una cabina de bronceado equivale a un día entero en la playa.

Mucha gente acude a los centros para sentirse bien y cree que es una excelente manera de protegerse la piel para luego exponerse al sol. El Ministerio de Sanidad ha advertido que recibir estos rayos artificiales puede producir insolación y envejecimiento prematuro de piel, incrementa el riesgo de tumores y crea inflamaciones superficiales en los ojos si no están protegidos. Estos rayos artificiales, tres veces más fuertes que la luz natural, ocasionan, sobre todo a los nuevos usuarios, un pequeño ardor en los ojos, dolor de cabeza e irritación en la piel. Agustí Alomar, director de servicios de dermatología del Hospital Sant Pau (Barcelona), recomienda no excederse en el bronceado artificial, especialmente si la persona es pecosa, rubia o de piel clara. Por ejemplo, Carolina García, una madrileña de 22 años, no ha conseguido broncearse a pesar de haber empleado las cabinas tres veces por semana en los últimos dos meses. Por el color pálido de su tez le resulta difícil broncearse. Carolina, al igual que muchos de los asiduos usuarios del bronceado artificial, considera que no corre riesgo, pero probablemente con el tiempo su piel sufra envejecimiento. Desde luego, ella se está convirtiendo en una adicta a estas cabinas, a lo que el dermatólogo Alomar considera un vicio, 'algo comparable con el tabaco'.

Michael Repacholi, de la Organización Mundial para la Salud, ha estudiado los efectos de los rayos ultravioleta y no recomienda el uso frecuente de las cabinas de bronceado, ya que se arruga la piel y se pone más gruesa. Repacholi advierte que la piel pierde elasticidad y no vuelve a su estado normal. 'Hay gente de veinte años de edad que parece de cincuenta', menciona a EL PAÍS, desde su oficina en Ginebra.

Por otra parte, algunos dermatólogos españoles señalan que cualquier rayo ultravioleta A puede ser dañino. Julián Sánchez, de la Academia Española de Dermatología, ejemplifica esto: 'Si la luz fuera un veneno, los UVA serían un poquito de ese veneno'. Junto con otros dermatólogos, Sánchez ha solicitado al Ministerio de Sanidad que se prevenga en los centros de bronceado a sus clientes que estos rayos son potencialmente cancerígenos. Sánchez, incluso, compara esta medida, indispensable según él, con la advertencia de las cajetillas de cigarros.

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