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Columna
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Turismo a dos velas

Si los frecuentes cortes de luz que ya están soportando los municipios valencianos no son si no averías y fallos puntuales, según Iberdrola, el estelar y referente apagón de Nueva York, allá por noviembre de 1965, de acuerdo con los informes oficiales, también se debió a causas técnicas: saltó un relé de protección en una línea de alto voltaje, y descorchó el pánico, el caos, la violencia, el saqueo de almacenes y vaginas, y el adulterio sin rostro, en un metro varado. Pero ni los residentes de Benicarló, de Dénia o de Almassora, hoy, ni los del Bronx, Queens o Brooklyn, en aquel entonces, se tragaron el descaro y se pasaron por los forros los torpes pretextos de las eléctricas y de las administraciones. Los valencianos damnificados por la incertidumbre del suministro, conocen cómo las compañías se embolsan unos beneficios descomunales y no invierten en instalaciones o invierten una miseria, ante la sumisa actitud del Consell y del Ejecutivo de Madrid. Los neoyorquinos del siglo pasado damnificados por aquel sobresalto histórico, aún recuerdan que fue cosa de los rojos o de los ovnis.

Con el verano en marcha e inaugurado el despacho de tinieblas, ha estallado la refriega. Si el alcalde de la Gran Manzana se metió bajo la cama, en su residencia de Gracie Mansion, hasta que se encendiera la lámpara de su mesilla, Rita Barberá ha salido de estampida en defensa de los ayuntamientos, a los que Iberdrola o sus paladines culpan, por impedir o colapsar determinados proyectos. Y es que Rita Barberá no es solo cultivo de urna y sufragio, es una fuerza telúrica que lo mismo arrasa un barrio, que una empresa de electricidad, que un vicepresidente del Gobierno. A Rodrigo Rato que también embestía contra los municipios, lo ha puesto tieso.

La presidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias, cuenta con muchos alcaldes, con la hostelería, con los restauradores y con las amas de casa, a las que se les pudre la carne y el marisco, en el refrigerador. Decididamente, no a los apagones, o van a proliferar las demandas y las reclamaciones. Un turismo a media luz, un turismo a dos velas, resulta vergonzante, en una autonomía que presume de estar a la cabeza, de dar ejemplo de progreso y de empujar a otras muchas, hacia el futuro; y en la que, sin embargo, han faltado las más elementales previsiones, en algo tan imperativo e imprescindible como la energía eléctrica. Estamos acostumbrados a que nos apabullen con el número de turistas que nos visitarán, con los miles de millones que se dejarán en nuestras arcas; pero, al parecer, nadie se ha ocupado de sacar unos cálculos muy simples: el consumo de agua y de electricidad, por veraneante y día, en temporada alta. Y si se han hecho, no se han publicado. No, al menos, con la profusión de los datos más ostentosos y hasta triunfalistas. Evidentemente, los anunciados cortes de luz, que no son si no producto de la incompetencia o la desidia, van a darle un buen revolcón a la imagen de ese turismo, en el que se invierten tantos caudales y enchufes, para su promoción.

¿ A quién corresponde la responsabilidad de una situación tan extremada y precaria? La Confederación Empresarial de Valencia, aun con tibieza, se ha pronunciado: que las administraciones públicas y las eléctricas se pongan de acuerdo. Es decir, a unas y a otras, les imputa finamente su temeraria dejadez. Por supuesto, los partidos políticos de la oposición han sido más resueltos y contundentes: el portavoz socialista del ramo, en las Cortes, Francesc Colomer, ha señalado la 'docilidad' del Consell hacia Iberdrola -es decir, la lógica sumisión de la derecha al capital-, y la diputada por EU del Congreso, Presentación Urán, ha advertido que los usuarios abonan la garantía de potencia eléctrica, en el recibo de la luz, y de su derecho a las indemnizaciones, por el esperado incumplimiento. Pero, cuidado, un súbito apagón y el ordenador se queda en un pasmo. ¿ A cuánto sale la línea?

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