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Columna
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Prudencia temeraria

El adjetivo 'temeraria' va casi siempre asociado al sustantivo 'imprudencia', de modo que en la práctica constituye eso que los lingüistas llaman una lexía compleja. A partir de ahora, tal vez haya que acuñar también la expresión contrapuesta, es decir, 'prudencia temeraria'. No otra cosa parece la resolución con que la ministra Villalobos ha decidido cortar por lo sano, y de buenas a primeras, en el asunto del aceite de orujo; un subproducto de mala calidad (y a un precio exorbitante, por cierto) cuyos riesgos se conocen, aunque mal, por lo menos desde 1991, y que aconsejan ser prudente en el consumo.

Pero tan brusca es la medida que además de amputar el supuesto miembro enfermo, muy bien pudiera llevarse por delante el cuerpo entero. 'A mí este tema no me salpica', ha dicho, con exquisita claridad, la titular del ramo. Ustedes perdonen el chiste fácil, pero tratándose de aceite y de una señora tan regularmente pulcra y elegante, se comprende. Después, ha caído en un extraño mutismo, por lo menos hasta la hora de redactar este artículo. Alguna marejada debe haber por ahí dentro, y algo raro ocurre cuando quien está dando la cara es el titular de Agricultura, que no ha dictado ninguna orden, aunque es especialista, eso sí, en comerse y producir marrones, como el del no acuerdo de pesca con Marruecos. Bromas aparte con lo poco que ha trascendido de la actitud de la ministra bien se pone de manifiesto que ante todo le preocupa no salir desfavorecida en este entuerto, como en aquella memorable ocasión en que, para explicar lo del hueso de espinazo, se señalaba el suyo propio por la tele, ella es que es así. A lo mejor ha querido resarcirse de la mala racha, y recuperar su imagen pública de una tacada. A lo mejor se ha enterado de que su partido en Andalucía y su amiga Teófila andan en horas bajas, tras el vapuleo sufrido por su propia incontinencia en el Debate sobre el Estado de la Comunidad, y ha decidido echarles una mano. O sea, hundirlos del todo. Pues bien poco le ha importado que en Andalucía se produzca la mayor cantidad de ese producto, ni el daño colateral que ya está causando al conjunto del aceite de oliva, que nada tiene que ver.

Claro que en el capítulo de las sospechas, todavía hay otra más inquietante. Qué casualidad que todo este lío se forma y se comunica a partir de una partida de aceite de orujo enviada a la República Checa, justo cuando el presidente andaluz, y una amplia comitiva de empresarios, visitan aquel país. Y hace mes y medio que el asunto se conocía y se estaba tratando en reuniones sectoriales. Sabido es, por otra parte, lo mal que sientan en La Moncloa los viajes al extranjero de los presidentes autonómicos, sobre todo cuando el de la nación anda también de periplo, como es el caso ahora en México. Demasiadas coincidencias. No hay más que ver el uso y abuso que están haciendo las noticias oficiales al respecto del impersonal se: 'Se ha detectado un componente peligroso', 'se ha tomado esta medida en tanto se regule...'. A las preguntas elementales de quién, cómo, cuándo, y porque precisamente ahora, silencio.

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