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Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
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Argullol y Bigas

Si entendemos que el urbanismo no es sólo una ajetreada sucesión de legajos administrativos, sino la realización de una obra pública y la implantación real de funciones urbanas proyectadas, tendremos que convenir que en estos últimos años la Universidad Pompeu Fabra (UPF), bajo la batuta del rector Enric Argullol, ha sido en Barcelona uno de los agentes urbanísticos más eficaces. Podemos hablar de la UPF y de la gestión de su rector como una operación para renovar desde su misma raíz un sector de la vida universitaria y plantearlo como un modelo de transformación general, podemos analizar los logros concretos en la modernización de la enseñanza e incluso podemos discutir cuál es el método para generalizar su experiencia. Pero no dejaremos en segundo plano la apuesta urbanística que se planteó: el esfuerzo por dialogar con la ciudad colaborando en la rehabilitación de Ciutat Vella y asumiendo al mismo tiempo los impactos de la cotidiana sociabilidad de su entorno.

La idea de Argullol de implantar un campus urbano, en vez de huir hacia las afueras -'las afueras', el lugar donde vivía el hombre primitivo, como decía Eugeni d'Ors- como han hecho tantas universidades europeas seducidas por modelos anglosajones e impulsadas por el deseo de exiliar las bullangas estudiantiles, fue una propuesta que enfocaba con positivas interacciones el problema universidad-territorio o, con más precisión, universidad-ciudad. Desde La Rambla a la Villa Olímpica, la UPF ha rehabilitado viejos caserones abandonados -por ejemplo, los cuarteles de la Ciutadella, la estación de Francia y las casas de la plaza de la Mercè-, ha construido edificios nuevos, calles y plazas y ha contribuido al radical cambio social de todo el barrio. Argullol se opuso al emplazamiento suburbial de la nueva universidad -un campus en el Maresme- y exigió actuar en Ciutat Vella con todas las ventajas de la economía en las redes y los servicios ya existentes, en la fluencia de los alumnos, en las posibles rehabilitaciones arquitectónicas y en la plusvalía de los elementos simbólicos. Pero, sobre todo, con la voluntad de no participar en la absurda difusión hacia los extrarradios desurbanizados y colaborar, en cambio, en la reconstrucción de la ciudad consolidada.

No se comprende como ante este ejemplo de la UPF otras universidades persistan en el olvido de sus obligaciones urbanas menospreciando la comunicación y los servicios recíprocos. El viejo núcleo universitario de la Diagonal es un insulto a la dignidad urbana, un asqueroso desprecio por parte de la Universidad de Barcelona y la Universidad Politécnica a la requerida relación ciudad-universidad: calles sucias y sin urbanizar en las que el único signo de calidad humana es el enternecedor desfile de la prostitución. Y junto a los suburbios del Llobregat se está construyendo un nuevo campus a la americana, un evidente error urbanístico, económico y social que los responsables justifican con la gran mentira: el terreno era más barato.

Enric Argullol ha terminado su periodo rectoral después de una gran tarea en todos los sentidos, dentro de la cual he querido subrayar la de urbanista inteligente y, sobre todo, eficaz, una línea no demasiado frecuente en nuestras universidades. Estoy seguro de que Rosa Virós, que lo ha sustituido, sabrá entender también esta función urbana no sólo en beneficio de la ciudad, sino en beneficio de la estructura social e intelectual de la docencia y la investigación.

Casi coincidiendo con el fin del rectorado de Argullol, ha dimitido el presidente del FAD, Ramon Bigas, otro promotor cultural de gran valía que ha mostrado durante su mandato la misma preocupación por hacer participar a su entidad en los avatares urbanísticos de Barcelona. Bigas quedará en la historia del FAD como el presidente que logró trasladarlo de las sordideces ambientales y arquitectónicas de la calle de Brusi al Convent dels Àngels; es decir, un núcleo de Ciutat Vella que, como ha ocurrido en el sector de la UPF, se ha transformado radicalmente no sólo por las reconstrucciones físicas de la arquitectura y el espacio público, sino, fundamentalmente, por la recomposición de los usos. Desde la Biblioteca de Catalunya y el IEC hasta el CCCB, pasando por el Macba y ahora por el FAD -¡qué jerga inhumana de iniciales inexpresivas!-, el Raval ha conquistado las bases de su renovación con la creación de un gran centro cultural. Porque las grandes operaciones de apertura de calles y plazas y de construcciones de nuevas viviendas que se han realizado en el barrio -con sus evidentes aciertos estructurales a pesar de sus defectos proyectuales- son seguramente indispensables, pero por sí solas no lograrían reorganizar la vida urbana. Todavía falta camino por andar, pero la plaza entre el Macba y el FAD, con su entorno público que penetra casi todo el barrio, es un principio prometedor.

Juli Capella ha sustituido a Ramon Bigas y seguramente aportará nuevos puntos de vista a las complejas y a veces inciertas finalidades del FAD que cada día han de tener una repercusión ciudadana más abierta. Capella sabrá iniciar un nuevo periodo a partir de la gran conquista urbana que Bigas ha conseguido.

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Argullol y Bigas son dos ciudadanos que han comprendido que la ciudad es el embalaje indispensable de la cultura y que este embalaje hay que mantenerlo con un urbanismo de centralidades y con la reconstrucción de los núcleos consolidados.

Oriol Bohigas es arquitecto.

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