Un pulso 'estilo Zapatero'
El líder del PSOE mantiene su peculiar línea política de moderación
El debate sobre el estado de la nación se convirtió este año en el examen público del nuevo secretario general del PSOE. Se trataba de saber si José Luis Rodríguez Zapatero, quinto dirigente socialista que de forma consecutiva se enfrentaba a José María Aznar en menos de cinco años, era, por fin, capaz de encabezar la oposición y de personificar una alternativa de Gobierno. Las dudas eran comprobar si Zapatero sería capaz de mantener su personal estilo político en un debate parlamentario en toda regla y cuál sería la reacción del presidente del Gobierno. Terminada la sesión, los diputados más veteranos, de uno y otro lado, abandonaron el hemiciclo con una cierta melancolía y una idea clara: se acabó el viejo mundo de enfrentamientos feroces y dirigentes políticos sanguíneos. Rodríguez Zapatero parece haber impuesto, de momento, su estilo, y hasta el discurso de apertura del propio presidente Aznar estuvo más lleno de propuestas de pactos que de enfados. Esta es la línea escogida por el nuevo líder del PSOE, por lo menos en los próximos tres años, hasta que se acerquen las elecciones generales. Ayer, el dirigente socialista renunció sorprendentemente a explicar en detalle su propuesta más novedosa, la reforma del IRPF, probablemente porque intuyó que Aznar deseaba llevar el debate por derroteros más técnicos, que tan buen resultado le dieron frente a Josep Borrell. Entre un discurso de "alternativa" y otro de "oposición", Rodríguez Zapatero optó finalmente por el segundo, buscando en contenidos progresistas las diferencias entre el discurso del presidente del Gobierno y el suyo propio.
Fueron precisamente esos párrafos de su discurso los que más aplausos arrancaron entre los diputados de su propio grupo. Se notaba que los parlamentarios socialistas, que fueron elegidos antes de que Rodríguez Zapatero alcanzara la secretaría general del PSOE, querían hacerle patente su apoyo y recibieron con especial agrado sus primeras frases, en recuerdo de gratitud por las generaciones que hicieron posible la libertad en España, y por las personas que defendieron las ideas del Partido Socialista. Esos párrafos, así como los de defensa de la idea de una España laica, arrancaron la primera ovación en el hemiciclo.
Fichas para nada
El discurso del líder socialista no pareció, sin embargo, estar dirigido a sus propios bancos, ni tan siquiera a los del Gobierno. "No han servido para nada la mayoría de las fichas que le habíamos preparado al presidente", reconoció algo desconcertado uno de los asesores de José María Aznar.
Zapatero dio la impresión de haber decidido aprovechar el debate, y su repercusión televisiva, para dirigirse más bien a los ciudadanos en general, y a los jóvenes en particular, y para defender algunos puntos concretos de su propia política. En conjunto, esas ideas respondían a una cultura progresista (reconocimiento de parejas de hecho; 0,7% para solidaridad internacional, guarderías infantiles, reforma del Senado para permitir un foro en el que se debata del Estado de las autonomías...), pero en ningún momento las encuadró dentro de una alternativa "de izquierda" ni tampoco en una propuesta específicamente "socialista".
Zapatero no respetó en ningún momento el texto escrito que había sido distribuido entre los periodistas, ni tan siquiera como guión: ideas que aparecían expuestas en las últimas páginas fueron lanzadas a los dos minutos de empezar su intervención, mientras que otras desaparecían por entero. La decisión de ignorar ese guión -tal vez apremiado por el tiempo- hizo que algunas ideas reaparecieran en el turno de réplica, en el que Zapatero demostró tener todavía pocos recursos parlamentarios. "¿Tú crees que, de verdad, he insistido demasiado en lo de El Quijote?", le preguntó, inquieto, a uno de sus asesores, recién terminado el debate.
Mucho más tranquilos se mostraban sus compañeros en cuanto al resultado del debate: "Habemus Papa", resumió un veterano diputado socialista. "Tenemos secretario general y candidato presidencial para el 2004", aclaró.
Faltan todavía tres años, en los que probablemente se produzcan enfrentamientos y discusiones políticas fuertes, pero el debate de ayer parece demostrar que una de las batallas será "la del talante", la exigencia de que los líderes políticos controlen su apariencia dialogante.
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