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Columna
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Panorama en Vitoria

En estos momentos, la capital de Álava ofrece un variado repertorio de acontecimientos artísticos de sumo interés. La propuesta más sólida puede verse en la sala Amárica. Allí se reúnen una cuarentena de obras adquiridas por el Museo de Bellas Artes de Álava en la década de los noventa. Lo primero que viene a la mente induce a pensar que, en términos generales, las adquisiciones de los noventa superan a las efectuadas en la década anterior. Se palpa un mayor atrevimiento y una mayor variedad en las propuestas. El incremento de soportes tecnificados, muy en especial la fotografía, contribuyen a ejercer esa ventaja, respecto a los años ochenta. A esto se añade la manera inteligente -abigarrada y un poco tramposilla- de impostar la puesta en escena. Se ha buscado la mejora de un todo único. No obstante, algunas obras van a ganar mucho más cuando posean una adecuada y mayor amplitud espacial.

Son numerosos los artistas con buena nota, tales como Juan Muñoz, Perejaume, Paloma Navares, Cristina Iglesias, Susy Gómez, Esther Ferrer, Daniel Canogar, Ana Laura Aláez, Francesc Torres, Juan Carlos Román, Paco Polán, Javier Pérez, Joan Fontcuberta, Hannah Collins, entre otros autores. Una obra de Francisco Ruiz Infante no se encuentra en la sala. Sin embargo, a tenor por la imagen que viene en el catálogo, todo hace indicar que se trata de una obra espléndida. Juan Luis Moraza está representado por dos piezas -serigrafías sobre seda teñida a mano-, como son un pañuelo y una corbata, que portan graciosamente en sus cuellos dos de las azafatas, Zuriñe Santamaría y Olatz Ormazabal.

Sin salirnos de Vitoria, en el Centro Cultural Montehermoso, y en dos espacios del mismo habitáculo, no lejanos entre sí, se presentan dos exposiciones. Una bajo el título Leda Vuela, y otra como muestra sonora y visual que se denomina Llueve sobre mojado. En la primera descubrimos cómo en Vitoria han tenido una mayor sensibilidad para con estas artistas, todas ellas mujeres, de la que brilló por su ausencia en Bilbao. En la capital bilbaína mostraron únicamente las expresiones de estas artistas en la disciplina del vídeo. Eso fue en la Sala Rekalde. En Vitoria, además de esa especialidad videográfica, se muestran creaciones originales propias. Si en los vídeos se ponen de manifiesto, en general, demasiadas insuficiencias, es en las obras donde las artistas realmente vuelan a una altura más que aceptable. De ahí que reprobemos el descuido imperdonable de la sala Rekalde, en relación con esas artistas: Charo Arrázola, Juncal Ballestín, Itxaro Delgado, Inma Jiménez, Elena Mendizábal, Anabel Quincoces, Mabi Revuelta, Susana Talayero, Begoña Vicario y Begoña Zubero, citadas por orden alfabético.

La muestra interdisciplinar Llueve sobre mojado consta de doce instalaciones que recogen un surtido recorrido de vídeos, danza, teatro, música, diseño y artes plásticas. Dentro de una atmósfera en penumbra, los jóvenes artistas dan rienda suelta a sus imaginaciones volcánicas, buscando con ello aportes de palpitante efecto.

El recorrido plástico por Vitoria puede llevarnos también a la sala de la Fundación Caja Vital. Se muestran pinturas del artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1919-1999), obras todas tendentes al muralismo. La intención moral no puede ser más digna, dado que se pone de parte de los condenados de la Tierra: indígenas, desvalidos, explotados, entre otras miserias. Son las formas reiteradamente caricaturales las que no convencen. Toma determinadas influencias de Picasso, y las convierte en un pulso siniestro y asaz lúgubre. Sus mensajes plásticos acaban por convertirse en cosa pesada, monótona, y hasta un tanto cargante.

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