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Reportaje:

Chirac y Jospin afilan los cuchillos

El primer ministro y el presidente se atacan con la vista puesta en las presidenciales de 2002

Cuatro años de cohabitación entre un presidente de derechas y un primer ministro socialista han resultado pródigos en incidentes, pero la guerra de nervios que se vive ahora entre los dos confirma que ambos pretenden liquidarse mutuamente en las presidenciales de 2002. Los sondeos les presentan relativamente igualados, algo mejor el presidente Chirac que Jospin. 'Esto no quiere decir gran cosa cuando falta casi un año para las elecciones', comenta el ex ministro Jean-Pierre Chevènement, uno de los aspirantes a convertirse en el tercer hombre de la carrera hacia El Elíseo.

Chirac tiene el techo de cristal: las investigaciones judiciales en marcha han dejado claro que un par de magistrados habrían tenido ya que tomarle declaración sobre graves indicios de participación en sistemas irregulares de financiación política, si no fuera por la inmunidad de que goza el presidente durante su mandato.

La impotencia de la justicia ordinaria frente a un presidente refugiado en la Constitución dio base al diputado socialista Ar-naud Montebourg para proponer el enjuiciamiento de Chirac ante la única instancia donde esto es posible, el Alto Tribunal de Justicia, un órgano en realidad político y concebido para casos de alta traición. La mayoría de los socialistas consideró esta solución demasiado forzada, y políticamente incorrecta.

Para ponerle un cortafuegos, el entorno del primer ministro apoyó la tramitación de una ley de reforma de la Constitución, que recorta la inmunidad presidencial, al declarar al jefe del Estado 'penalmente responsable' de sus actos. La reforma, que fue aprobada el martes en la Asamblea Nacional en una primera lectura por 283 votos a favor frente a 244 en contra, agrega que el presidente sólo puede ser detenido o perseguido judicialmente previa autorización parlamentaria. No obstante, el Senado se cargará este texto en otoño, casi con toda seguridad -esa Cámara cuenta con mayoría conservadora- y habrá que discutirlo de nuevo en la Asamblea, con pocas posibilidades de que la ley sea promulgada en lo que resta de legislatura.

Hasta ahora, el nombre de Jospin no ha aparecido vinculado a problemas judiciales. Además tiene fama de austero y trabajador, valores bastante positivos con vistas a una elección. Sin embargo, las maquinarias subterráneas han alumbrado contra él otra posibilidad. Se trata de acusarle de mentiroso, porque fue trotskista y no lo había reconocido. 'La lógica trotskista consiste en paralizar el Estado y minar la autoridad del presidente', afirma el portavoz parlamentario de la derecha, JeanLouis Debré, que ha llevado la batalla contra el recorte de la inmunidad presidencial.

Antes de que le estallara en la cara la bomba política que le estaba destinada, Jospin reconoció ante el Parlamento la ocultación de su antigua militancia. La oportunidad se la dio una pregunta de la oposición: 'Cuando en 1981 François Mitterrand le confió la función de primer secretario del Partido Socialista, ¿era usted miembro del Partido Socialista, o miembro de la Organización Comunista Internacionalista, o era usted de los dos?'. Jospin sonrió, se levantó del escaño, tomó el micrófono y devolvió la bomba: 'Yo puedo haber tardado en explicarme ante los periodistas, por lo menos esto es menos grave que tardar en explicarse ante los jueces'.

En plena escalada de la tensión, no es extraño que otros políticos traten de colocarse y jugar a la sorpresa. En realidad, los aspirantes abundan: el liberal Alain Madelin, el centrista François Bayrou, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen y, pese al roce de varios sumarios judiciales, el ex ministro Charles Pasqua. Este último se encara con los que le preguntan si se atreverá a concurrir una vez procesado: '¿Creen ustedes que me presentaría si yo fuera culpable de algo?'. Sin olvidarse de Chevènement, el hombre procedente de la izquierda que intentará reunir en torno a sí una candidatura republicana, sin más etiqueta.

Los Verdes, a la izquierda

El partido de Los Verdes acaba de elegir a su candidato presidencial en unas primarias. Y al igual que ocurriera en el PSOE con Joaquín Almunia y Josep Borrell, las bases del partido han optado por un aspirante imprevisto. El elegido es el eurodiputado Alain Lipietz, de 53 años, ecologista de viejo cuño, ex maoísta y militante contra el Tratado de Maastricht, que obtuvo el 50,2% de los votos frente al 49% de Noël Mamère, de más reciente incorporación al partido. El elegido ha reclamado 'un reequilibrio' en el seno de la 'izquierda plural' en favor de Los Verdes. El entorno del primer ministro, el socialista Jospin, 'votaba' por el derrotado, considerándole un aliado más seguro que el candidato victorioso. Mamère aceptó el par de besos que le propinó Lipietz al reconocerle vencedor, pero ha pedido garantías de que no hará una campaña de extrema izquierda.

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