_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Hace oposición el PSC?

Francesc de Carreras

Mi incapacidad para entender la política de los socialistas catalanes va en aumento.

Me explico. El partido socialista perdió las últimas elecciones autonómicas por una diferencia mínima, pero en definitiva, al no conseguir formar gobierno, quedó relegado al papel de hacer de oposición. Ello constituía en cierta manera un pequeño triunfo ya que, por primera vez, podían ejercer una oposición enérgica y fuerte al disponer de cerca de 50 diputados y además, con un poco de habilidad, podían hacer un frente común en ciertos aspectos con otros dos partidos -IC y ERC- que tampoco participaban de la mayoría parlamentaria. Mayoría parlamentaria aparentemente débil, por cierto, dadas las diferencias entre CiU y el PP, que se ponen de manifiesto sobre todo en el núcleo duro de sus bases electorales.

Tengo cierta idea -quizá errada, por supuesto- de lo que es hacer oposición. En mi opinión, hacer oposición en una democracia parlamentaria consiste, básicamente, en convencer a una mayoría de ciudadanos de que, globalmente considerada, la política del gobierno va contra sus intereses y la alternativa que se propone es mucho mejor. La oposición se ejerce de dos maneras: bien llegando a acuerdos con el Gobierno en los temas respecto a los cuales se puede influir, bien criticando la acción de gobierno y presentando una opción distinta que se cree mejor y más adecuada a los valores que se defienden. En el primer sentido, la oposición construye -en cierta manera gobierna-, y en el segundo, prepara la alternativa para cuando alcance el gobierno. Hay que hacer notar, además, que tanto Gobierno como oposición deben tener un código de valores diferenciado que refleje los también distintos valores de los sectores sociales que representan.

Pues bien, en la actual política de los socialistas catalanes no veo ninguna de las características de cómo -a mi modo de ver- se debe ejercer de oposición. No se percibe ni una crítica concreta al Gobierno de CiU, más allá de imprecisas descalificaciones generales, ni una alternativa global distinta a la política practicada por CiU en los últimos 20 años, más allá de reforzar el papel de los municipios en un proceso de descentralización de la Generalitat. En lo demás, vaguedad o silencio, incluso momentos de esoterismo sublime. 'José Luis', le dijo Pasqual Maragall a Rodríguez Zapatero el pasado domingo, 'España tiene que perder el miedo, España debe verse tal como es, plural y viva'. ¿Qué se quiere decir con frases como ésta, que más parece salida de un libro de Laín Entralgo escrito en los años cincuenta que pronunciada por un líder socialista europeo de principios de siglo XXI? Misterio. Místico misterio, más exactamente.

Y sin embargo, en la sociedad catalana pasan cosas y la opinión pública las comenta mientras los socialistas callan o no se percibe lo que dicen. Hay, por ejemplo, en estos momentos un interesante debate sobre la calidad de la enseñanza y su relación con los centros públicos o privados. Nada, que yo sepa, han dicho sobre sobre ello los líderes socialistas, siendo un tema respecto al cual deberían tener una sólida opinión formada. Se han formulado este invierno declaraciones de marcado tono racista y antiinmigratorio que no han tenido respuesta de quien debería darla. El déficit de infraestructuras del transporte -carreteras, ferrocarril, metro- es algo que padece el ciudadano cada día, especialmente en el área metropolitana de Barcelona: que yo sepa, no hay preparado un plan socialista para ponerle remedio. Se han conocido informes sobre casos de corrupción de altos cargos de la coalición gobernante: no parece que éste sea un tema que interese mucho a la dirección socialista. ¿Está Cataluña en un proceso de decaimiento económico? Yo no lo sé, pero los socialistas deberían dar a conocer su opinión al respecto. ¿Deben aprenderse obligatoriamente canciones tradicionales patrióticas en las clases de música? No saben, no contestan. No sé quién tiene la culpa de la actual peste porcina, pero sí se sabe quién ha contaminado las aguas fréaticas de innumerables municipios por los purines de cerdos importados bajo un absoluto descontrol. No parece ser un tema prioritario para los socialistas. ¿No es escandaloso, desde la perspectiva de una política cultural de izquierda, que la reconstrucción del Liceo haya costado 22.000 millones de pesetas? No comment. Y así podríamos continuar casi hasta el infinito.

¿Nada concreto les interesa a los socialistas? Por supuesto que sí: la ley electoral, el control de los medios de comunicación públicos, la creación de veguerías y la reforma del Estatut. Todo muy digno y respetable, por supuesto, pero no creo que sea ni lo más importante ni lo que más preocupa a los catalanes. Y en las últimas semanas la principal obsesión de Maragall es interponer una moción de censura a Jordi Pujol, ¡en el mes de septiembre!, que no interesa ni preocupa a nadie, y menos que a nadie al propio Pujol, el cual la contempla complacido porque cuanto más se hable de ella menos se tratará de la actuación o, mejor dicho, de la inactividad de su Gobierno. Para colmo, Maragall ha dicho esta semana que no la interpondrá si CiU rompe su alianza parlamentaria con el PP, con lo cual uno duda si la moción va dirigida a la acción del Gobierno de Pujol o al partido de José María Aznar. ¡Surrealista!

CiU está en un momento difícil, el más complicado de su larga y zigzagueante trayectoria de gobierno. Parece que le falten ideas y aliento para emprender la etapa sucesoria que tiene por delante. Están pesimistas, con la sensación de que un ciclo de poder se les acaba. Pero el PSC me parece que, en lugar de aprovechar la ocasión, se limita a teorizar, de forma vaga e incomprensible, sobre falsos e inexistentes problemas de la sociedad catalana.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_