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GUIÑOS
Columna
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Reino de las luces

Fue por azar que descubrí las fotos de Karen Amaia (Alemania, 1965) en una humilde sala de cultura de la calle San Francisco de Bilbao. Ahora, después de tres años y muchos vaivenes buscando el camino más acertado, expone en Espacio de los Mundos, uno de los centros estables para ver fotografías en la capital vizcaína. Se trata de un conjunto de dieciocho imágenes que ponen de manifiesto la madurez en la línea de trabajo que mantiene esta mujer en lo que se refiere a creatividad plástica. Reino de las luces es el titulo de esta muestra donde la fantasía se entremezcla con realidad para converger en un mundo onírico que encuentra el surrealismo como denominación de referencia.

Desde que se dedica a la fotografía, Karen Amaia ha realizado innumerables reportajes en distintas publicaciones para vivir de manera independiente y más de veinte exposiciones para enseñar su impulso creativo. Hija de pintor y licenciada en Psicología, lleva dentro el mundo de las formas y la preocupación por el subconsciente. El interés por lo que pueda haber detrás de las apariencias le lleva a simpatizar con el estilo de Magritte. No es de extrañar, ya que muchas de sus fotografías parecen ser recuerdos de sueños o pesadillas. Así se entiende cuando, bajo el titulo El convidado de piedra, se ve la querida mascota de la autora convertida por la magia de su técnica en una esfinge petrificada. Pero no es un perro, como diría su autor preferido refiriéndose al dibujo de una pipa; es una representación de un referente vivo que se adentra en los territorios de la incógnita y la emoción.

Otras de sus imágenes nos trasladan a la década de los años veinte y treinta del siglo pasado. Así ocurre con La mujer pantera, un símil del autorretrato de la fotógrafa de Trieste Wanda Wultz (1903-1984) titulado Yo+Gato y realizado en 1932. El resultado es fruto de superposiciones, fotomontajes de influencia dadaísta y constructivista. La preferencia por los procedimientos puede variar de una autora a otra, pero las dos adaptan el lenguaje difundido por las vanguardias de los años 20, eficaz para evocaciones simbólicas. El resultado es un ser híbrido que propone una relación psicológica entre los rasgos del ser humano y el carácter del animal con el que está asociado. La misma estratagema técnica se utiliza en Bilbao, talla única. En esta ocasión, el cuerpo desnudo de una mujer se encorseta con la baldosa de una acera de la ciudad La combinación impregna de erotismo las líneas de la cerámica que a su vez realza las sugerentes formas femeninas. Algo parecido podemos decir de Marea viva. Otro cuerpo desnudo de una mujer sin rostro, envuelto por una especie velo de agua y nubes, nos habla de sentimientos poéticos.

Es una manera particular de ver las cosas en el reino de Karen Amaia. Como escribe Bernardo Atxaga en el tríptico que anuncia la exposición: 'Ella comprueba la luz y levanta la cámara, hace la foto; no aparecerá allí el famoso beso, ni la mujer fatal, ni el payaso, ni el soldador en la esquina de una viga; tampoco la escuela con sus niños y su tristeza del pasado, la fruta exótica, el brillante edificio, las botellas de vino; nada aparecerá que tú hayas visto o hayas creído ver. Lo que su cámara ofrece es otra manera de entender el mundo. Luces y sombras extraen la esencia primordial de los motivos más insospechados. Pueden ser huevos cocidos sobre una pequeña copa, un atardecer en el mar, la arena de una playa, el asfalto de las calles, un vaso con gin-tonic, las hojas secas de un árbol, sencillamente el fuego, una botella de vino o una pareja de caracoles que se me antojan mediterráneos. Notas gráficas para mezclar, combinar a su manera, y ofrecer un sorprendente resultado'.

Durante un mes en Bilbao y quizás luego en Vitoria es tiempo suficiente para disfrutar de las fotografías de quien anuncia una retirada temporal, con la humildad de quien necesita sosiego, para buscar nuevas ideas y seguir expresando sus sentimientos desde la fotografía.

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