Sin rumbo en Europa
Tiene razón el doctor Illescas cuando recientemente denunciaba la ausencia total de ideas desde el Estado español sobre la construcción europea, o más bien del Gobierno central, del partido que lo sostiene y del partido que a él se opone. Parece un fatalismo de la historia, aunque no lo es, la reiteración de la falta de europeísmo real o de una visión abierta y sincera de la construcción política europea. Los gobiernos centrales, el centralismo vernáculo y la masa gris que los apoya, incluidos los intelectuales orgánicos, siguen padeciendo, a pesar de que nos encontramos en un tránsito finisecular, un acusado catetismo nacionalista español.
Mientras que el debate sobre el futuro europeo está en la calle en Alemania, Francia o el Reino Unido, Aznar, quizá inspirado por el gran rendimiento que González extrajo de los cambios de Maastricht, está empeñado en la batalla por los Fondos Estructurales. Vago, instalado en la comodidad populista de mostrar sólo el cuánto y el dónde de los dineros europeos, Aznar está en lo prosaico, en el gran PER europeo, sin ver más allá del 2006, ajeno a las reformas institucionales, la distribución del poder tras la Conferencia Intergubernamental de 2004, las nuevas oportunidades de la ampliación de la UE, el liderazgo en el Mediterráneo.
El SPD alemán, con Schröeder a la cabeza, ha lanzado ya su idea de 'federalismo a la carta' como modelo de construcción europea. Jospin responde con su contraoferta de 'federación de naciones' y Aznar pasa el platillo, sin ideas, repitiendo que 'España va bien'.
Sigo con Illescas cuando insiste en que un diseño u otro está lleno de consecuencias para Andalucía y para el Estado, naturalmente. Consecuencias de gran trascendencia porque, por ejemplo, de prevalecer el 'federalismo a la carta', que responde a una estrategia absolutamente alemana en tanto que contribuyente neto al presupuesto europeo, corremos el riesgo de que dos políticas básicas como la solidaridad interterritorial, que es mucho más que una simple negociación sobre fondos estructurales, y la agricultura (PAC) o la pesca, se renacionalicen, es decir, pierdan el diseño común y la financiación por parte del presupuesto de la UE y volvamos a la situación previa a 1985, cuando estábamos fuera de la UE. O, lo que es lo mismo, se daría un golpe de gracia a una verdadera unión política de los pueblos de Europa en la que no puede faltar el elemento básico de la solidaridad, ejercida a través de instrumentos como los fondos estructurales pero también mediante el mantenimiento de la comunitarización de políticas con vocación cohesionadora como la agricultura y el desarrollo rural, al menos para Andalucía. Debo decir que para los que somos federalistas y apostamos por una Europa de los Pueblos, la propuesta alemana es profundamente decepcionante, en la medida en que responde a una actitud insolidaria y egoísta, de corte doméstico, sin visión europea y con renuncia expresa a ser el referente federal del resto de los europeístas. Schröeder, no obstante, plantea el reforzamiento de la Comisión como verdadero gobierno europeo y concede un papel preponderante al futuro presupuesto federal europeo, en donde, en las decisiones sobre el gasto europeo, el poder de las autoridades estatales estaría ciertamente menguado, lo cual daría al traste, por cierto, con las nuevas Loapas del PP, como la ley de estabilidad presupuestaria.
Jospin, en nombre de Francia, niega el federalismo puro y sacraliza los estados-nación. Esto implica una visión estatalista clásica que antepone los intereses nacionales a los europeos y niega implícitamente que, por ejemplo, los länder o las Comunidades Autónomas con competencias legislativas tengan el protagonismo adecuado en la construcción europea. Aunque, sorprendentemente, propone la circunscripción regional para las elecciones al Parlamento Europeo, algo de lo que deberían tomar nota PP y PSOE. En su oferta no cabe un Ejecutivo fuerte, la Comisión, sino que deja todo avance político a las eventuales coincidencias estratégicas de los intereses de los estados. Poco avance en la construcción política de Europa. Nacionalismo de Estado frente a la Europa de los Pueblos.
Y el Reino de España, qué opina, qué ideas ofrece por boca de su presidente, el señor Aznar. Hablan Schröeder, Jospin, Blair y a Aznar no se le entiende nada, continúa con su lenguaje acantinflado sin aportar nada en una Europa en la que no tiene sitio.
Javier Aroca Alonso es secretario nacional de Comunicación e Imagen del Partido Andalucista.
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