_
_
_
_
_
Reportaje:RAÍCES

La novena capital de Andalucía

Un libro recuerda la herencia arquitectónica andaluza que conserva Tetuán

La publicación de La Medina de Tetuán, libro con el que la Consejería de Obras Públicas completa el trabajo iniciado en el inventario arquitectónico del Ensanche español de los años del Protectorado, pone de relieve el influjo andaluz en esta ciudad marroquí. En el siglo XIX Pedro Antonio de Alarcón plasmó el cliché de la 'Tetuán lejana y sola'. Tras él llegaron las paletas de Fortuny, Sorolla, Sánchez Perrier y, sobre todo, la de Bertuchi para promover en cuadros y estampas aquel turismo exótico que se llevaba a principios del novecientos.

El exotismo era real pero muy cercano, a 50 kilómetros de Algeciras; lo comprobaron hasta 1953 los hinchas del Granada, del Betis o del Sevilla cuando el Atlético Tetuán jugaba la Liga y lo remacha este libro resaltando otras cercanías. Si hace muchos años José María Osuna creó una frase que se convirtió en lema al calificar a Cataluña de novena provincia andaluza, de esta guía casi podría desprenderse que nos encontramos ante la novena capital de Andalucía.

El coordinador de la obra, Ramón de Torres, excelente conocedor de aquel terreno puesto que lleva años combinando las restauraciones de Tetuán con las de la Chanca, en Almería, resalta que es el carácter andaluz lo que diferencia claramente a la ciudad norteña de otras del sur marroquí.

El hecho no es casual: esta medina se formó cuando, unos años antes de 1492, levantaron sus casas, sus mezquitas, sus baños, sus hornos, sus fondas y sus zocos las huestes del granadino Cid Al Mandri, vencido en Loja, no por los Reyes Católicos sino por Boabdil en guerra con su tío El Zagal. Su mujer, Sit la Horra, la Gran Señora, fue gobernadora de la ciudad durante decenios.

En el siglo XVI continuaron llegando, construyendo y asentándose otras familias andaluzas como las de los Gazules, los Abencerrajes, los Xien (Jaén) o los Naqsis y, a partir de 1610, tendría lugar la gran oleada migratoria producida por la expulsión de los moriscos.

Mohamed Benabud, presidente de la Asociación Cultural Tetuán Asmir, en el amplio trabajo para la publicación, calcula que a principios del siglo XVII el lugar debía tener unos 25.000 habitantes de los que más de 10.000 eran desterrados andaluces recién llegados. Si a ello añadimos la masa de granadinos que había refundado la ciudad un siglo y pico antes, podríamos concluir que Andalucía era la tierra de origen de la mayor parte de aquella población. Eso es lo que, de alguna manera, pervive.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Con un simple paseo por las calles del Ensanche colonial -por ejemplo, la arteria principal se llama de Mohamed Torres- podremos ver rótulos de negocios, establecimientos de todo tipo y bufetes que lucen los patronímicos de Carrión, Sordo, Lucas, Castillo o Zegrí. A muchos de ellos pertenecen o pertenecieron los palacios de distinta tipología catalogados por la guía, bastantes con la mismas formas mudéjares-renacentistas que podemos observar en los de los cascos históricos granadinos, sevillanos o cordobeses. El elenco, partiendo del XV cuando Al Mandri erige el Borch Garnati o fortaleza granadina de estilo gótico-mudéjar, llega hasta los comienzos del siglo pasado.

Pero de todas estas inmigraciones quedan en Tetuán y en la guía de su medina no sólo esos grandes restos arquitectónicos, sino también casas más modestas y las calles, plazas o adarves en las que se asientan azullas o ermitas de cofradías, madrazas o escuelas, locales de música andalusí con los mismos tintes que las peñas flamencas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_