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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La obra de Garrido-Lecca

Un programa monográfico de la Orquesta y Coro Nacionales, dirigido por Pedro Ignacio Calderón, acompañó y dio honda significación a la entrega del Premio Tomás Luis de Victoria al peruano Celso Garrido-Lecca (Piura, 1926). Se trata de un galardón único y verdaderamente importante para la creación musical de las naciones ibéricas, instituido en 1996 por la SGAE y la Fundación Autor. Hablaron Eduardo Bautista, por los autores, el compositor mexicano Manuel de Elías, como presidente del jurado internacional del premio en su tercera edición y el propio Garrido-Lecca.

Inmediatamente su música, en tres de sus títulos más representativos, delineó la figura del galardonado. En su Machu-Pichu, acunado en la sugerencia poética de Martín Adán, adopta Garrido-Lecca la actitud más artística: evocar sin describir al revivir las emociones del histórico testimonio de la cultura inca.

III Premio Tomás Luis de Victoria

Concierto Extraordinario de la OCNE. Director: P. I. Calderón. Solista: C. Prieto, violoncellista. Obras de Garrido-Lecca. Auditorio Nacional, Madrid, 8 de junio.

Todo se torna sintético y, a veces, bordea el puntillismo, en la Sonata Fantasía para violoncello y orquesta (1989) que, en su estreno madrileño ha protagonizado Carlos Prieto, un artista de temple, emotividad y depurado estilo. Obra seductora, por riqueza de color y contraste, de serenidad y viveza, de transformación de diseños y temas, obtuvo un éxito total para compositor e intérpretes.

Conocimos la Primera Sinfonía de Garrido-Lecca cuando se interpretó en el I Festival de Música de América y España, en 1964, un año después del estreno total en los Festivales Interamericanos de Washington. Transcurridos otros treinta y seis, aparece ahora la Sinfonía número 2 que, con pulso dominador, muda la evocación objetiva por la introspección en lo temporal desde sus cuatro movimientos. Suena la obra a modo de un poema en su apretada continuidad. Muy bella la casi instrumental intervención del coro y de la soprano Irene Badiola y encomiables el trabajo de los conjuntos y de su director invitado, el argentino Pedro Ignacio Calderón.

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