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Reportaje:ÚLTIMA

Picar montaña a golpe de parto

La casa-cueva del cantaor Juan Heredia 'El Pirri' se conserva en La Chanca a modo de museo del barrio almeriense

Pasa casi desapercibida. Pero está ahí, tras unos cañizos plantados por su constructor, incrustada en la ladera de la montaña que frena la expansión de la ciudad por su lado oeste. La casa-cueva de Juan Heredia, El Pirri, (Granada, 1943) es el mejor otero de Almería sin lugar a dudas. Desde sus patios empedrados exteriores, que compiten en belleza con la fortificación de Abderrahman III que queda justo enfrente (La Alcazaba), puede contemplarse la ciudad por completo y su bahía.

Son algo así como 120 metros cuadrados que El Pirri quitó a la montaña con sus propias manos a medida que le fueron naciendo cada uno de los 11 hijos que tiene: se casó a los 13 años con Dori, su mujer, y tuvo su primer descendiente con 16. 'Ahora la tengo casi de recreo. Vivo en una casa más abajo. Pero aquí se han criado todos mis hijos. A medida que nacía uno, agrandaba la cueva para que cupieran todos', explica el cantaor. Dividida en dos tramos, comunicados por dos pequeños patios exteriores tapizados en piedra que el mismo Pirri cortó de la montaña, y enlosado con lascas traídas de la playa, el abrigo natural cuenta con un aseo más seis dependencias diferentes cuajadas de fotografías, fetiches y recuerdos que han sido testigo de veladas memorables de flamenco. Camarón solía ir allí en sus visitas a Almería, como lo hicieron El Cigala o Duquende y lo sigue haciendo José Fernández Torres Tomatito, que pasó horas de estudio en la cueva el pasado 22 de mayo, día en el que abría su gira española para presentar su nuevo disco, Paseo de los Castaños.

'A Tomate le gusta estudiar aquí. Ahora viene poco porque tiene menos tiempo, pero siempre que viene me trae algo: una foto o cualquier recuerdo', comenta El Pirri mientras muestra un colgante de oro con un Cristo que perteneció a Camarón y que Tomatito le entregó en su nombre.

La peculiaridad de la caverna, que le ha llevado al patriarca horas de trabajo durante más de 30 años de su vida, le valió, en su día, la condonación municipal para no echarla abajo, como el resto de cuevas presentadas en hilera que años atrás dominaban el barrio gitano almeriense. El Plan Especial de Reforma Interior llevado cabo en los años 80 en La Chanca pasó por alto el derrumbe de la oquedad agrandada por el cantaor. 'Vino el alcalde personalmente y decidieron dejarlo como museo del barrio. Está abierta para todo el mundo. Dios ha hecho esto para quien venga a verlo. Ése es su valor', sentencia. El riesgo de derrumbe que presentaban las numerosas grutas diseminadas por la zona esquivó, sin lugar a dudas, las construida por El Pirri. En las últimas habitaciones del recinto pueden verse todavía túneles que llevan 'a no se sabe dónde', pero que el gitano jamás consintió en forzar.

Sin luz ni agua ni tampoco escritura que avale la propiedad, El Pirri ofrece al visitante la misma generosidad que en su día mostraron quienes le ayudaron a terminar su obra.

Ahora, a punto de comenzar una gira europea junto al tocaor y experto en flamenco Norberto Torres, El Pirri echa la vista atrás y localiza en su cueva el cobijo y retiro ansiado durante años tras la pérdida de uno de sus hijos. 'Estuve aquí, durante siete años sin salir a la puerta de la calle. Pero ese tiempo ha pasado porque en lugares como éste es fácil volver a tener fe', dice.

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El muchacho que se inició en el cante a los 8 años en las cuevas del Sacromonte, en Granada, retoma con fuerza su andadura por los tablaos y deja la cueva 'para los amigos'.

Juan Heredia, <b></b><i>El Pirri,</i> en su cueva convertida en museo del barrio almeriense de La Chanca.
Juan Heredia, El Pirri, en su cueva convertida en museo del barrio almeriense de La Chanca.JOSÉ MANUEL VIDAL

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