Perra vida
No suelo ver la presente edición del programa Gran Hermano porque tanto los concursantes como yo hemos perdido la inocencia, y ya no estoy interesada en la observación de bípedos con visera que se rascan y se duermen en camas sin hacer. Ahora bien, he zapeado lo suficiente como para haber podido seguir, con intermitente indignación, el calvario de la perra bóxer Tierra, obligada a crecer al tuntún al borde del abismo intelectual, defecando y meando por aquí y por allá, medio olvidada por los habitantes de la mansión de los horrores, que dedican su tiempo a bailar jotas con zapatillas de plataforma, torearse entre sí y comer ganchitos.
Comprenderán que me importa un rábano lo que les pueda ocurrir a los concursantes. Pero siento mucho respeto por algunas cosas fundamentales, y una de ellas es la obligación que tenemos para con los animales domésticos que han depositado en nosotros su confianza. Por eso me parece detestable que se use a un perro como mascota, palabra que, por otra parte, sólo puede aplicarse a algo que se usa como talismán, tal que una pata de conejo o una mano de Fátima, pero que difícilmente corresponde a un ser vivo que precisa con regularidad de nuestros cuidados y cariño, y de nuestra disciplinada guía.
La presencia de la pobre Tierra en semejante antro forma parte del atrezzo de la nueva temporada, y a mí me recuerda a esos niños huérfanos o abandonados que pasan de unos padres de acogida a otros sin saber a qué atenerse. ¿Qué será de Tierra cuando termine el engendro? ¿Quién querrá a una perra grandota que no ha aprendido a hacer sus necesidades donde debe y que cada semana cuenta con una presencia menos? Aunque esto último, en todo caso, debe de resultarle un alivio.
En realidad, Tierra, que debe de ser el único organismo de la casa en el que puede detectarse vida inteligente, debería ser expulsada de inmediato, o nominada, como dicen ellos, y enviada a todo correr a un gabinete psicológico canino en donde pueda readaptarse a la vida normal. Y la Asociación Protectora de Animales debería oponerse a la utilización irresponsable de perros, gatos, peces o pájaros...
Gran Hermano no los necesita: ya tiene suficientes rumiantes haciéndose compañía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.