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Tribuna
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El morir de la persona

En nuestro último encuentro de finales de mayo y también durante nuestra última conversación telefónica de hace pocos días, don Pedro Laín Entralgo me habló de lo que podría ser su último proyecto intelectual, siempre que su salud y el destino le concedieran el tiempo y las fuerzas para realizarlo. Animado por la reciente publicación de La empresa de envejecer, la edición de las cuatro últimas conferencias pronunciadas en la Biblioteca Nacional, don Pedro consideró que estas reflexiones no quedarían completas si no se les añadía una más sobre el hecho definitivo, el verdadero acto final que supone el morir. El título del proyecto rezaba precisamente El morir de la persona, temática que pensaba abordar en un ciclo de tres o cuatro conferencias que posiblemente le organizaría el Colegio Libre de Eméritos, y cuya edición iba a confiarme. Esta publicación constituiría el colofón de la larga serie de obras de plenitud, en las que Pedro Laín Entralgo ha venido recogiendo los frutos de su pensamiento sobre procedencia, vida y destino del ser humano, y en las que, a modo de balance, ha dado testimonio de su propia trayectoria vital e intelectual.

Animado por la curiosidad y la admiración que en mí despertaban a estas alturas de su avanzada vida su lucidez y su entereza, don Pedro me reveló que intentaría estructurar su pensamiento sobre el morir de la persona en las tres categorías que cabe distinguir al reflexionar sobre la muerte. La primera se refería a la muerte como un hecho biológico, que se produce como consecuencia de una disfunción orgánica, tal como puede serlo, por ejemplo, un fallo del corazón o del riñón. El segundo aspecto que abordaría sería el de la muerte como un suceso personal, propio de la vida del hombre; un proceso que todo ser humano tiene que hacer suyo y en el que Pedro Laín Entralgo llevaba ocupado desde hacía tiempo. Y finalmente habría que considerar el hecho de morir como un evento, un acontecimiento social que tiene que ser enfrentado por la familia y el entorno. Ignoro si entre sus papeles don Pedro nos habrá dejado algún testimonio más explícito sobre estas ideas.

La serena reflexión sobre la empresa de envejecer y el hecho de morir han ocupado pues al profesor Laín Entralgo hasta el punto más extremo de su viaje por la recta final, cuyo límite acaba de cruzar. El modo en que el venerable maestro ha conducido su vida y su trabajo hasta los últimos instantes me parece ejemplar. Si toda su obra sobresale como un árbol de majestuosa copa en el panorama de la cultura española del último medio siglo, este gran árbol de vida, conocimiento, sabiduría y bondad que es don Pedro Laín Entralgo, seguirá, también en el nuevo siglo, dando ayuda y cobijo a quienes a él acudan.

Hans Meinke es editor y presidente de la Fundación Círculo de Lectores.

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