Ocho días en trance de expulsión
Los 24 nigerianos sacados hace una semana de Ceuta para ser repatriados siguen esperando en Murcia y Valencia su expulsión definitiva
'No quiero pensar en que pueda volver a Nigeria, no quiero pensar en qué voy a hacer allí, así a lo mejor no pasará'. Quien dice esto, Segun Taiwo, tiene 25 años y lleva diez meses en España, en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Ceuta. Desde hace ocho días espera, junto a 23 compatriotas, a que el Gobierno español ponga fecha a su repatriación.
Tras ser sacados del CETI, la Policía los llevó a dos centros de internamiento de Murcia y Valencia, donde todos están sufriendo la inminente y forzada vuelta a casa. La primera señal de que esto les iba a ocurrir llegó a principios de año, cuando recibieron la orden de expulsión. Llevaban ya tiempo en Ceuta, les estaban enseñando español y daban clases de ordenador, por lo que no temían una repatriación. Recurrieron el auto de expulsión, seguros de que todo se arreglaría. Casi medio año después, aún no han recibido respuesta. Fuentes judiciales ceutíes aseguran que la resolución puede tardar un año. Para entonces, ellos ya llevarán meses en Nigeria.
La segunda señal fue más contundente. El pasado día 15 vieron cómo la Policía se llevaba a 37 compañeros del CETI. Los repatriaban. Sólo uno se salvó. Una taquicardia evitó su devolución a Nigeria. El resto contó por teléfono a sus compañeros lo que les había pasado al llegar a Nigeria. 'La Policía les retuvo hasta que cada uno pagó 500 dólares', explica Unokanjodi Félix, desde el centro de Valencia. 'Yo no quiero volver, no tengo dinero, mi padre ha muerto y mi madre está enferma, ¿quién va a pagar a la Policía?', se pregunta.
Cuando el martes pasado, de madrugada, la policía llegó al CETI no hizo falta que nadie les explicara lo que pasaba. Era, creían, el final. Tristes y desesperados, iniciaron una huelga de hambre que terminó cuando un abogado les advirtió de que esa actitud podía acelerar su deportación. Ahora, tras ocho días sin que nadie les diga nada, comienzan a enfadarse por el trato que se les ha dado. En Valencia, Joseph Locky se queja de que nadie se ocupa de su brazo herido. Con un corte que le llega al nervio cubital, según su expediente médico, seguía en Ceuta un tratamiento de rehabilitación y tenía pendientes unas pruebas. Agarrándose a eso y a la taquicardia que evitó la repatriación de un compañero, espera que 'el Gobierno español me deje quedarme; yo quiero curarme y trabajar'.
Taiwo, en Murcia, se queja de la falta de información. El abogado que les atiende a él y a los otros diez inmigrantes retenidos en Murcia, Pedro Andújar, se queja de algo más grave: 'Algunos sufrieron golpes cuando salieron de Ceuta.Uno tiene la mandíbula rota, otro un fuerte golpe en el pecho...'.
Taiwo está enfadado sobre todo con su país. 'Nos han dado la espalda y nos han destrozado la vida por dinero'. En diciembre pasado, miembros de la embajada nigeriana visitaron el CETI para averiguar si alguno de los inmigrantes era nigeriano y así iniciar su repatriación. Taiwo asegura que los engañaron: 'Nos dijeron que nos ayudarían a conseguir papeles. Por eso les dimos los nombres. Y ellos lo han usado para echarnos'.
Félix está enfadado consigo mismo por haber creído que iba a conseguir la regularización. 'Vine al CETI porque me iban a dar papeles. Pude haber pasado a la Península, pero preferí quedarme, aprender español y portarme bien', explica. 'Y ahora nos echan. ¿De qué ha servido hacer bien las cosas?', se pregunta.
Nadie parece saber cuándo saldrán de España estos 24 hombres, ni el Ministerio del Interior, ni la Policía, ni los centros de internamiento... Mientras, los inmigrantes están utilizando todos los recursos legales a su alcance. Andújar interpuso el pasado viernes un recurso contra el auto de internamiento de los 11 retenidos en Murcia. Espera que la resolución llegue a tiempo. La abogada de Locky lo hizo el jueves pasado y el viernes el juez se lo denegó. Ha recurrido, y Médicos Sin Fronteras pidió el sábado asilo político para él por razones humanitarias. Pero no se trata sólo de que les den la razón, sino de que la respuesta llegue a tiempo.
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