Auxilio y divulgación en el escaparate
Los malos tratos a las mujeres saltan de la vida cotidiana a las librerías. En las últimas semanas han aparecido dos obras divulgativas sobre el problema. Sus títulos, Mi marido me pega lo normal y Amores que matan ilustran el horror de una violencia basada en el dominio masculino y la falta de igualdad.
Mi marido me pega lo normal. Esta frase, una de las primeras que escuchó en su trabajo de forense el médico Miguel Lorente Acosta, da título a su libro (Editorial Crítica). En él denuncia el 'síndrome de agresión contra la mujer', que se plasma en tres ámbitos: la pareja (violencia doméstica), la vida social (agresiones y abusos sexuales) y el trabajo (acoso sexual). 'El origen radica en los factores socioculturales, que priman la superioridad masculina', explica el autor.
'De entrada, una mujer no acepta ser agredida por su pareja, pero acaba por asumirlo y minimizarlo. Entonces considera normal lo anormal, es decir, la agresión. Lo hace así porque el hombre se lo impone', afirma Lorente. 'El agresor no se siente culpable por ejercer la violencia contra la mujer. Encuentra un motivo e incluso argumenta que lo hace por el bien de ella. Además, se justifica con su posición de dominio y saca un beneficio de la agresión', añade el forense, asesor de la comisión mixta Congreso-Senado sobre violencia doméstica.
'La agresión a la mujer se produce por igual en todas las capas sociales, y la sociedad la utiliza como una manera de mantener el orden establecido', sostiene Lorente. Del problema sólo aflora una pequeña punta. 'Se denuncia en torno al 5% de los casos de malos tratos por parte de la pareja', afirma el forense. Contrapone la creciente cifra de denuncias (22.385 el año pasado) con las 600.000 mujeres que dicen haber sufrido malos tratos en algún momento de su vida, según el Instituto de la Mujer. 'El miedo a reconocer socialmente la situación es uno de los mayores frenos a la hora de denunciar. Por eso es mayor el porcentaje de denuncias en las zonas más pobladas', dice Lorente. Pero no es sólo el temor al qué dirán, también influye el riesgo de que la denuncia fomente las agresiones o el miedo a que no prospere. Según su análisis, el porcentaje de denuncias que desemboca en diligencias se ha incrementado sostenidamente: del 12% en 1990 al 54,6% en 1999.
Mi marido me pega lo normal denuncia también efectos secundarios de la violencia doméstica. Así, de cada diez mujeres que se suicidan, entre dos y cuatro han sufrido malos tratos, según Lorente. El aumento de la igualdad, una ley integral contra la violencia doméstica y las medidas preventivas son las recetas que propone el autor para atajar el problema. Respecto a las agresiones de las mujeres hacia los hombres, el forense es tajante. 'La mujer recurre a la violencia contra el hombre como reacción ante la agresión masculina previa. Es una huida de la agresión que ella padece', afirma. Consciente del escaso porcentaje de mujeres que ponen fin a su situación violenta, Lorente lanza una disyuntiva: 'Hay que plantearse si se debe salvar la pareja a costa de la mujer o a la mujer a costa de la pareja'.
Por su parte, el psicólogo criminalista Vicente Garrido propone cuatro recomendaciones a las mujeres a la hora de enfrentarse con los malos tratos: 'intuición, conocimiento, coraje y prudencia'. En su libro Amores que matan (Editorial Algar), concebido como 'una guía práctica para descubrir a los agresores', los clasifica en dos grandes tipos: dependientes y psicópatas (posesivos o instrumentales). Los primeros, entre el 60% y el 80%, son personas que se sienten fracasadas e inferiores. 'Los agresores más destructivos son los psicópatas posesivos, pero los que matan con más facilidad suelen ser los dependientes', señala Garrido. 'En cualquier caso, el amor es absolutamente incompatible con la agresión', sentencia.
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