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La estabilidad económica, arma electoral laborista

La estabilidad económica que vive el Reino Unido desde la llegada del Partido Laborista al poder en 1997 se ha convertido en su gran argumento para lograr un nuevo mandato. La bondad de la coyuntura y la buena gestión de las finanzas, algo no siempre común al laborismo, han permitido a Tony Blair mitigar sus grandes fiascos de la legislatura: el caos de los servicios públicos y la desastrosa gestión de la crisis de la fiebre aftosa. Los conservadores de William Hague, incapaces de aportar una alternativa económica creíble, ofrecen medicina tradicional: bajar impuestos.

Algunos lemas parecen cambiados en la campaña electoral británica. Los conservadores se proclaman 'el partido del sentido común', pero han realizado una campaña negativa, basada en un rancio antieuropeísmo, en alentar el temor a la inseguridad ciudadana y en hacer promesas de reducciones de impuestos que alguna figura menor del partido llegó a evaluar en 20.000 millones de libras (5,5 billones de pesetas) anuales en declaraciones al Financial Times, aunque al final se ha quedado en 8.000 millones de libras (2,2 billones de libras) en la campaña oficial.

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Los Liberales-Demócratas de Charles Kennedy parecen ejercer ese sentido común del que presumen los tories y advierten que lo más probable es que el país deba asumir una subida de impuestos dada la magnitud de las inversiones que hay que afrontar para reponer unas infraestructuras públicas que fueron el orgullo de los británicos en transportes, en sanidad, pero también en educación.

Los laboristas, convertidos en el partido más conservador de la campaña, se refugian en la estabilidad y el crecimiento de sus cuatro años de Gobierno y prometen corregir su principal error: los servicios públicos. Se han comprometido a aumentar en 10.000 millones de libras anuales (2,75 billones de pesetas) las inversiones públicas. Faltan enfermeras, un problema común en muchos países de Europa, pero también enseñantes. Se necesitarían 40.000 maestros, según los sindicatos, para paliar el problema. Cuatro veces más de lo que prevén los laboristas.

'Escuelas y hospitales primero no es sólo un lema para la última semana de campaña, es nuestra misión para un segundo mandato', proclama Gordon Brown, el amo de las finanzas del Gobierno Blair. 'Tenemos la inflación más baja en 30 años, las hipotecas más bajas en 35 años, la tasa de paro más baja en 25 años y hemos reducido la deuda pública como nunca en la historia. Eso es lo que significa estabilidad', presume el primer ministro.

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Rebaja fiscal 'tory'

Los conservadores apenas han podido atacar las cifras macroeconómicas laboristas y han centrado su campaña económica en la batalla fiscal. 'Los impuestos han aumentado en 28.000 millones de libras (7,7 billones de pesetas) desde 1997, un incremento equivalente al 10% del tipo básico de los ingresos fiscales', denuncia el líder tory, William Hague. Y asegura que lo primero que harían los laboristas si siguen en el poder sería 'subir la gasolina, su impuesto favorito', para pagar sus promesas de aumentar la inversión pública.

Coherentes con esas denuncias, los conservadores se han comprometido a bajar la gasolina en 27 céntimos de libra por galón (casi 20 pesetas por litro), reducir la fiscalidad del ahorro y de los dividendos, aprobar una subvención de 1.000 libras (270.000 pesetas) a los matrimonios con hijos pequeños e incrementar en 2.000 millones de libras las ayudas personales. Según los cálculos de Michael Portillo, responsable de Finanzas de los conservadores, una familia media con un hijo ahorrará 1.400 libras al año y un pensionista reduciría sus impuestos en casi 700 libras con un gobierno tory. Los laboristas contestan que, con ellos, la familia británica se ha ahorrado 1.200 libras anuales al pagar sus hipotecas por la caída de los tipos de interés.

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