Transporte en verano
Los votantes de alguna de las izquierdas en las elecciones municipales barcelonesas tenemos a nuestros escogidos en el poder. Y esperamos de ellos que razonen y actúen en consonancia con la ideología compartida. Porque si algo distingue a la izquierda, cualquiera de ellas, de la derecha, cualquiera de ellas, en las actuaciones locales es la promoción del transporte público y su racional aprovechamiento. Por eso cuando llega el verano y con él los fines de semana calurosos y playeros, y me doy cuenta de que los autobuses que me llevan al mar, concretamente el 17 y el 64, seguirán reduciendo el servicio justamente coincidiendo con la estación cálida y los días festivos, empiezo a rabiar y a imaginar motines incendiarios aliados con las abuelas y abuelos usuarios del mismo transporte, víctimas de la misma incongruencia.
Pura fantasía la mía, puesto que hasta el momento me he limitado a templar los ánimos de alguna persona mayor, realmente exasperada ante la tardanza del servicio. Si a esto le añadimos el aire acondicionado que, si el conductor padece sofocones, habrá que soportar hasta el punto de la congelación, ya me dirán mis representantes en el Ayuntamiento con qué alegría les voy a votar en las próximas elecciones. A ellos o a sus supuestos oponentes, quienes al parecer huyen de la ciudad cuando sube la temperatura y no van a molestarse por evitar los fríos sudores de los pobres ciudadanos o ciudadanos pobres.
