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Reportaje:

Cazado el negrero del 'Ashva'

El barco trasladó a Tenerife a 111 inmigrantes en condiciones infrahumanas

He aquí la ficha policial de un negrero. Nombre: Edouardo Dovchith. Alias: Alfred Kossinsky. Edad: 63 años. Nacionalidad: rusa. Este hombre, asociado con el capitalista Ndongo Abobacar y con otros dos individuos llamados Arndy Gueye y Cheick Gueye, todos ellos senegaleses, fue quien fletó el buque negrero Ashva, que el pasado abril arribó a Santa Cruz de Tenerife con 111 inmigrantes hacinados en la bodega y al borde de la inanición. Su identificación ha sido posible gracias a una delicada operación en la que han participado la Brigada de Extranjería de Las Palmas, la policía de Senegal, el enlace de la Embajada de Francia en aquel país y la legación española en Dakar.

Dovchith-Kossinsky es uno de esos náufragos que el hundimiento de la Unión Soviética dejó varados en los lugares más inauditos del mundo. Un lobo de mar que se curtió en las aguas del golfo de Guinea cuando los pesqueros rusos faenaban en el África occidental ajenos a la factura de gasóleo que exigían sus pesadas máquinas y al sueldo de sus tripulaciones de 30 hombres. Aunque ni llenos de pescado conseguían amortizar los gastos, la rentabilidad política se imponía a la económica. Cuando el mundo cambió, aquellos paquebotes quedaron listos para chatarra. Edouardo Dovchith decidió darles una oportunidad. El ruso se convirtió en armador.

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El 8 de octubre del año pasado, un buque desembarcó a 45 inmigrantes senegaleses al sur de Gran Canaria. Las investigaciones policiales consiguieron precisar su nombre: Kolossovka. Pero la identificación de sus dueños se esfumó en la confusión de una zona en la que se mezcla una de las mayores concentraciones demográficas de África. En cuanto al buque, que enarbolaba pabellón ucranio, nadie sabe adónde ha ido a parar.

El éxito de aquella aventura, que le reportó 22 millones de pesetas (una pequeña fortuna en África), animó a Dovchith a repetir. Necesitaba otra nave, y Ndongo Abobacar era un capitalista en busca de negocios que ofrecieran rentabilidad rápida. Los dos hombres se pusieron de acuerdo: compraron el Ashva, un pesquero herrumbroso de 30 metros de eslora construido en Lituania en los años ochenta. Luego encargaron a los hermanos Arndy y Cheick Gueye la captación de desesperados que estuvieran dispuestos a pagar 20.000 francos franceses (medio millón de pesetas) para entrar clandestinamente en Europa. Llevaron a cabo su misión en el mercado de Sondaga, un peligroso hormiguero de Dakar. Picaron 111 individuos: todos eran varones, y tres de ellos, menores de edad.

Dovchith y Abobacar cometieron un error. Pidieron permiso a las autoridades para sacar el barco del puerto de Dakar con la disculpa de que iban a repararlo. Pero, cumplido el plazo solicitado, el Ashva no volvió. La policía senegalesa comenzó a investigar a la pareja de traficantes por 'abuso de confianza'. A esas horas, el buque había entrado en el puerto de Santa Cruz de Tenerife con su carga humana exhausta, rebozada en una papilla de heces y vómitos, y con una vía de agua de difícil acceso que amenazaba con enviarlo a pique. Ante el doble peligro, sanitario y de hundimiento, que presentaba, las autoridades españolas decidieron alejarlo de la costa y hundirlo.

Las primeras declaraciones de los inmigrantes a la policía de Canarias no revelaron ningún dato que permitiera identificar a los negreros. Los irregulares alegaron que procedían de Sierra Leona, un país en guerra, lo que les hacía acreedores a asilo político. Pero el trabajo de los intérpretes oficiales permitió determinar que al menos 95 eran de Senegal. Todos ellos fueron devueltos a su país en vuelos de Iberia y de la compañía interinsular Naisa.

De nuevo en el punto de partida, despojados de sus ahorros y agobiados por las deudas que habían contraído para pagar el pasaje, los inmigrantes dirigieron su frustración contra los traficantes. Confesaron que habían sido llevados a la localidad de Yene, situada a 15 kilómetros de Bargny y a 50 al sur de Dakar. Allí fueron embarcados en piraguas con potentes motores fuera borda y trasladados hasta el Ashva, que permanecía fondeado a seis millas de la costa. Sus declaraciones permitieron llegar hasta los cabecillas de la red. El hecho de que Dovchith y su socio Abobacar estuvieran ya bajo vigilancia facilitó su detención.

Un grupo de inmigrantes del <i>Ashva</i>, el 23 de abril, cuando fueron trasladados a Gran Canaria.
Un grupo de inmigrantes del Ashva, el 23 de abril, cuando fueron trasladados a Gran Canaria.EFE

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