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Columna
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Contrabando de ideas

Fernando Vallespín

El PSOE anda estos últimos tiempos a la búsqueda de un nuevo discurso político. La ocasión idónea para su debate será con motivo de la presentación de la Ponencia Política el próximo mes de julio. El secretario de Organización del partido, José Blanco, ya nos dio un pequeño aperitivo a este respecto en su conferencia del Club Siglo XXI del pasado 21 de mayo. Y todos recordamos anteriores pronunciamientos de Rodríguez Zapatero sobre el 'socialismo liberal y libertario' y la adopción de un giro 'republicano', de promoción de los valores cívicos. Tras el cambio de liderazgo y después de definir su propio perfil como oposición le parece llegado el turno a las cuestiones organizativas e ideológicas. Sólo con la canícula estaremos en condiciones de evaluar en profundidad los contornos de este nuevo discurso y si puede aportar algo novedoso. Con independencia de que lo consiga o no, este esfuerzo sirve al menos para demostrar que la autoestima e identidad de un partido de izquierdas sigue pasando por su amueblamiento ideológico. Incluso en estos momentos de decaimiento de las ideas y del triunfo del pragmatismo sobre la utopía.

Esta situación quedó perfectamente definida en una pintada que durante un largo periodo podía verse desde el bar de mi facultad: Contra el pensamiento único: contrabando de ideas. La entronización de lo posible como principio absoluto ha provocado, en efecto, la curiosa percepción de que no hay una verdadera 'libertad de circulación' de ideas y que, al igual que en la publicidad, en la política sólo cabe una auténtica innovación en las consignas y en los envoltorios con los que recubrimos palabras vacías. Con un añadido: la dificultad para un discurso de izquierdas consiste en mantener un adecuado equilibrio entre propuestas light, bien vistas en general por el electorado de centro, y la formulación de reformas de peso; en buscar la vía media entre su propia tradición y los requerimientos del nuevo público y de los evidentes imperativos de la mundialización. El discurso de la Tercera Vía, al que ahora Giddens prefiere calificar como feasible socialism ( 'socialismo realizable'), se inclinó quizá en exceso hacia el lado ligero. Pero en general ha marcado la actual ruta de viaje de toda la socialdemocracia europea: desde la igualdad hacia la libertad y de los derechos sociales a las responsabilidades cívicas. Sin que ello signifique que haya que abandonar la búsqueda de su realización conjunta.

Este cambio de acento, también perceptible en el socialismo español, centra el ser de izquierdas en la dimensión cívica y en una profunda reivindicación del espacio público y de los valores e instituciones de la democracia. El problema, a mi juicio, no reside solamente en lo que ello pueda tener de abandono de los ideales igualitaristas. Está también la dificultad de competir con las nuevas pautas sociales que favorecen el privatismo y la individualización. Pero, sobre todo, con el nuevo giro identitario que han cobrado los actuales conflictos políticos; de las identidades fuertes, se entiende. El caso de las últimas elecciones vascas puso de manifiesto las dificultades de afirmar una posición cívica frente a la fuerte marea de los sentimientos identitarios encontrados. Y la campaña electoral británica está mostrando también cómo la discusión acaba escorándose sobre una dimensión identitaria: la británica y su relación con Europa. Bajo estas condiciones, ¿puede competir una propuesta política que busca su razón de ser en la identidad cívico-democrática, que hoy por hoy está débilmente extendida, con las identidades fuertes y el privatismo impuesto por la nueva economía?

En realidad deberíamos formular la pregunta al revés: ¿puede sobrevivir la democracia tal y como la conocemos sin reivindicar lo que a la postre constituye su energía vital mínima? A la izquierda parece haberle tocado en estos momentos de crisis de la política la salvaguarda del sistema como un todo. Y la mejor forma de hacerlo es, precisamente, reclamando un debate en profundidad; sin hipotecas del pasado, pero sin complejos tampoco por seguir con lo bueno de su propia tradición. No tenemos más remedio que tomarnos la realidad en serio, pero, por favor, con ideas e ideales.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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