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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Tráfico de inmigrantes

El título principal de la portada del 26 de abril me llamó la atención. Como no había comillas, debía atribuir las palabras al diario. Miré hacia arriba y no me había equivocado: se trataba de EL PAÍS. El titular era: España exige a Rabat que frene el tráfico de droga y de inmigrantes.

Sumar los términos droga e inmigrantes como complementos de la temible palabra tráfico me pareció inquietante. Yo tenía entendido que cuando hablábamos de tráfico hablábamos de cosas y no de personas. Si incluíamos las palabras droga e inmigrantes en una misma proposición, creía yo, era porque queríamos personificar el hachís o, en tal caso, porque pretendíamos cosificar a los inmigrantes. Tuve para mí que en este caso se trataba más de lo segundo que de lo primero. Vale decir: se trafican drogas y otros males, como ser, los inmigrantes. Los inmigrantes no sólo eran una cosa, eran, según el titular, una cosa que hacía daño.

¿Sería mi inteligencia la que no comprendía la equiparación? Traté de que la historia, o lo que en mi mente quedara de ella, me socorriera. Mi frágil memoria de la escuela primaria me decía que en 1492 un intrépido comerciante había surcado los recién llegados, por lo que la cosa se organizó y se llevaron amos y soldados en embarcaciones más corpulentas y frecuentes: ¿tráfico de criminales y de explotadores? Como los nativos no acertaban a captar la lengua y la palabra de Dios se cargaron barcos con expertos en tales cuestiones: ¿tráfico de curas y de gramáticos? En el siglo XIX había tierras para repartir en otros continentes y no pocos europeos marcharon prestos sin un cobre: ¿tráfico de oportunistas? En el XX hubo famosas guerras y generalísimos que proscribían: ¿tráfico de exiliados y de hambrientos?

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Creo que la frase tráfico de inmigrantes me resultó ininteligible (o indigerible), porque parecía no tener demasiados antecedentes en mi memoria errante. Llegué a la poco práctica conclusión de que deberíamos, o bien reescribir mis manuales de historia o bien, si no era mucha molestia, nombrar a los extranjeros que llegan sin tarjeta dorada con palabras parecidas a las que utilizábamos para mencionar a aquellos marineros, soldados, curas, artistas o campesinos que, humana y sencillamente, dejaban su tierra porque querían vivir mejor.

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