Los ministros europeos dan voz a los alumnos en la creación de un espacio común universitario
La Declaración de Praga pide a los países controles de calidad y títulos conjuntos
Los estudiantes han sido los auténticos protagonistas de la cumbre de Praga sobre la creación del Área Europea de Enseñanza Superior celebrada el pasado fin de semana. Los ministros de Educación de 32 países europeos dieron carta de naturaleza al movimiento estudiantil integrándolo en el proceso iniciado hace dos años en la cuidad italiana de Bolonia. En el comunicado final, los gobiernos evitaron marcarse objetivos concretos antes de la próxima cumbre fijada para la segunda mitad de 2003 en Berlín, al tiempo que decidían tomar las riendas del proceso, relegando a los representantes de las universidades al papel de asesores, el mismo que los estudiantes.
La Asociación de las Universidades Europeas (EUA), que agrupa a los rectores de toda Europa, que hasta ahora era miembro de pleno derecho de la Conferencia, no formará parte de los grupos de seguimiento del proceso, sino que junto a los estudiantes y el Consejo de Europa se integra en un comité asesor. Carles Solà, rector de la Autónoma de Barcelona y representante español en la EUA, no escondía su sorpresa por este hecho, aunque se alegraba del éxito de los estudiantes y de que se les integrara en el proceso.
Una nota de la Unión de Estudiantes Europeos (ESIB), hecha pública al finalizar la conferencia, decía: 'Hace tan sólo dos años, los alumnos fueron excluidos de la Conferencia de Bolonia, sin embargo, aquí, en Praga, los puntos de vista de los estudiantes han estado en el auténtico centro de la conferencia'. 'La influencia de los 26 representantes de estudiantes presentes aquí se puede ver claramente en el comunicado final. Pese a que la estructura del proceso de seguimiento no es explícita en lo que concierne a la participación de los estudiantes, ESIB ha recibido garantías de que estará totalmente garantizada', añadía la ESIB.
Según Jacob Henderson, uno de los dirigentes de esta organización que asegura representar a más de 10 millones de estudiantes de 35 países europeos, su labor consistirá en garantizar que el proceso esté enfocado en los estudiantes y que se tengan en cuenta las dimensiones sociales del proceso de Bolonia. 'La ESIB cree que la educación superior es un bien común y que los estudiantes no son consumidores de un producto de mercado', añadió.
Ninguna asociación estudiantil española está representada en la ESIB. En Praga, además de los representantes de la ESIB, varios países incluyeron estudiantes en sus delegaciones.
En cuanto a las conclusiones del encuentro, parece claro que los Estados han tomado en Praga las riendas del proceso de contrucción de un marco universitario europeo y, según la mayoría de los observadores, han decidido no acelerar excesivamente los cambios, optando por dar más tiempo para ir adaptando los sistemas universitarios nacionales con la vista puesta a conseguir el objetivo en 2010, tal y como prevé la Declaración de Bolonia.
Mientras que una de las piezas claves del modelo, el del sistema de créditos europeos bautizados con las siglas ECTS -cada crédito consiste en 20 horas que incluyen no sólo las clases presenciales sino la totalidad del trabajo de los estudiantes-, parece aceptada por todos los países (aunque el comunicado deje abierta la puerta a sistemas 'compatibles con el ECTS), las discusiones más vivas se han centrado en el sistema de ciclos de las titulaciones universitarias.
El comunicado final destaca que el objetivo de una estructura de titulaciones basada en dos ciclos principales ha sido 'abordado y discutido', para a continuación aplicarle la palabra clave: 'Diversidad' en contra de 'homogeneización'. La discusión de si instituir un primer ciclo de tres años con su consiguiente titulación y un segundo de dos años, o bien optar por el cuatro más uno, se mantiene, especialmente en el campo de las enseñanzas de los centros politécnicos.
Algunos países vislumbran ciertos peligros que puede llevar a una deriva de 'globalización' en el sentido de entender la enseñanza como un bien de mercado y los estudiantes como simples clientes, con lo que esto implicaría de riesgo de privatización. 'El segundo ciclo', dijo la ministra de Educación belga de la minoría flamenca, Marleen Vanderpoorten, 'no debería convertirse en un sistema de segregación para crear estudiantes de dos velocidades'.
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