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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

Ibarretxe consigue aglutinar a todos los sectores del PNV tras su éxito electoral

El 'lehendakari' en funciones capitaliza por ahora el triunfo de su apuesta por la moderación

Los gritos de 'independencia' que restallaron hace una semana en las gargantas nacionalistas, nada más conocerse los resultados electorales, han sido devueltos prudentemente a la trastienda de la coalición PNV-EA, aunque hay también gente impaciente que quiere que la lectura autodeterminista de las urnas presida desde ahora mismo la nueva legislatura. La descarga de las tensiones y emociones acumuladas durante tantos meses de durísima confrontación ha dado paso en el terreno de los vencedores a una actitud conciliadora, balsámica, que trata de reconstruir el campo de ruinas político vasco.

No hurgar en las heridas de los vencidos -derrotados en función de sus expectativas- multiplicar los gestos de acercamiento a los adversarios, tender puentes, normalizar las relaciones personales y políticas, son las instrucciones que el PNV y EA aplican estos días. En este propósito, el lehendakari en funciones Juan José Ibarretxe, percibido por las víctimas del terrorismo hasta ahora como un hombre distante y frío, ha sido capaz de suspender el Consejo de Gobierno para visitar al periodista Gorka Landaburu y repetir el gesto a su regreso de la final europea entre el Alavés y el Liverpool.

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Contra lo que se podía suponer, el clamoroso triunfo del nacionalismo no violento no ha reforzado en igual medida, puertas adentro, al actual presidente del PNV, Xabier Arzalluz, aunque es bien cierto que la sonada victoria le ha librado de caer directamente en el descrédito.

Pese a los resultados, óptimos, muchos nacionalistas no perdonan a su máximo burukide (dirigente) el haberles conducido hasta el borde mismo del precipicio, ni su contribución a la crispación extendida en la sociedad. 'Lo hemos pasado demasiado mal como para lanzar ahora cohetes y proclamar que todo lo hemos hecho bien en estos años', admite un joven nacionalista.

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El conjunto del PNV reconoce expresamente a Juan José Ibarretxe como al hombre que les ha sacado del atolladero en esta campaña en la que el miedo a ser desalojados del poder -'acataremos los resultados aunque sean injustos, que los serán', vaticinó Arzalluz en tono fúnebre- ha llegado a colarse en la sede de Sabin-Etxea. Su compromiso de no servirse de los votos de Euskal Herritarrok, compromiso que reiteró hasta obligar al propio Xabier Arzalluz a desdecirse, y su reivindicación postrera del marco estatutario, dos elementos clave de la campaña, según los expertos, le han granjeado la adhesión de los sectores posibilistas, pragmáticos, estatutistas, enemigos del Pacto de Lizarra. 'Ha demostrado talla y personalidad política porque no es nada fácil conseguir que Arzalluz rectifique públicamente', destacan hoy gentes del sector crítico que hasta ahora siempre habían visto a Ibarretxe bajo la sombra y tutela del presidente del partido.

El diario nacionalista Deia ha presentado el resultado electoral como 'la victoria de Ibarrretxe' y catedráticos como Gurutz Jáuregui y Txema Montero, actualmente coordinador de la fundación Sabino Arana, sostienen que 'el efecto Ibarretxe ha desempeñado un papel clave porque ha hecho que decenas de miles de vascos comprometidos con el autogobierno votaran por primera vez al PNV atraídos por el mensaje de diálogo y moderación del lehendakari'.

El propio Arzalluz tiene motivos personales para estarle agradecido. A dos años de su anunciada jubilación, la derrota electoral le habría acarreado pasar a la historia centenaria del nacionalismo vasco como un dirigente cuestionado que concitó las antipatías y las iras de buena parte de los vascos. Dos años puede ser una fecha de referencia en esta legislatura para aquellos que propugnan la renovación y actualización de la doctrina y objetivos nacionalistas, formalmente inmutables, desde los tiempos de Sabino Arana. Es una referencia obligada también por el calendario electoral puesto que las elecciones forales y municipales se celebrarán en 2003. La firma de pacto de legislatura, con los socialistas, preferentemente, para consolidar los hoy altamente inestables gobiernos de las diputaciones de Vizcaya y Guipúzcoa resulta ya perentoria. Es por ahí por donde puede comenzar la laboriosa tarea de suturar los grandes costurones de la política vasca.

Libre de las pasadas ataduras de Euskal Herritarrok, gracias al holgado resultado electoral, reconocido en su partido como el artífice principal de la victoria, Juan José Ibarretxe dispone ahora de un amplio margen de maniobra político y personal para marcar el rumbo de Euskadi. ¿Interpretará los resultados como la ratificación del comportamiento político pasado de su partido o como la posibilidad de enmendar los errores? ¿Comparte el énfasis con que Arzalluz subrayó en la noche electoral que las elecciones han dado un parlamento vasco con mayoría absoluta nacionalista, esto es sumando EH a la coalición PNV-EA o tratará de editar algo similar al Pacto de Ajuria-Enea, un consenso básico entre los partidos democráticos para luchar eficazmente contra el terrorismo? ¿Va a liderar la lucha contra ETA, despejar las dudas existentes en la Ertzaintza? ¿Cómo va a combinar la búsqueda del consenso, de la concordia, la paz y el autogobierno?

Hay más preguntas también: ¿Desmentirá con los hechos a aquellos que han sostenido que el PNV necesitaba una cura de humildad, verse en la oposición, para poder desprenderse de sus viejos reflejos sectarios? Un dato importante es que el partido de Arzalluz parece haber asumido como un error estratégico su aventura de ir a buscar la paz en solitario. 'Mi prioridad para esta legislatura es la paz, nunca lideraré un proyecto político frentista en el que una parte de la sociedad se imponga a otra', ha proclamado Ibarretxe.

Juan José Ibarretxe, Begoña Errazti (presidenta de EA) y Xabier Arzalluz, la noche del 13-M.
Juan José Ibarretxe, Begoña Errazti (presidenta de EA) y Xabier Arzalluz, la noche del 13-M.GORKA LEJARCEGI

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