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NOTICIAS DE LA EDICIÓN INTERNACIONAL

Miles de campesinos e indígenas de Colombia exigen 'el derecho a la vida'

"Sencillamente para exigir el derecho a la vida". Así, de manera simple, respondió Jesús María Aranda, cuando este periódico le preguntó el porqué de una marcha de más de 30.000 campesinos e indígenas que recorrió 53 kilómetros y terminó ayer, viernes, en una gigantesca audiencia pública en la plazoleta San Francisco, en pleno centro de la ciudad de Cali, al sur occidental del país. Aranda, indígena guambiano de 40 años, uno de los siete Consejeros del Consejo Regional Indígena de la provincia del Cauca (CRIC), marchó con su anaco -falda-, su ruana y su sombrero negro, a la cabeza de la manifestación. La idea de la movilización surgió en marzo en un congreso regional. "Nos tocó agilizarla por los últimos acontecimientos", dice, y se refiere a la masacre del Naya, en plena Semana Santa. Los paramilitares mataron de manera salvaje a más de 50 campesinos e indígenas en una zona montañosa limítrofe entre las provincias del Cauca y del Valle.

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La marcha duró tres días y la bautizaron Minga por la Vida y contra la Violencia. La audiencia pública, a la que asistieron varios congresistas estuvo encabezada por el gobernador indígena del Cauca, Floro Tunubalá. "Pedimos a los violentos que nos escuchen y que no se tapen los oídos ante estos gritos de vida", dijo este hombre, que fue elegido popularmente y al que los paramilitares le fijaron un plazo para abandonar su cargo si no quiere correr la suerte de los que han sido asesinados. "Queremos vivir como seres humanos", dice también Aranda y agrega que la idea es defenderse con el pensamiento y el trabajo de los guardias cívicos que tienen en sus comunidades. "La defensa es rechazar los actos de barbarie, llámese de grupos paramilitares o guerrilleros", dice. "Queremos que nos dejen tranquilos y en paz". Otro de los líderes de la protesta lo repite: "Queremos que se vayan de nuestras tierras los grupos armados".

En los últimos dos años, desde la llegada de los paras, en esta región del suroccidente colombiano han sido asesinados 150 campesinos e indígenas y las incursiones guerrilleras han arrasado varias poblaciones. Éstas, dijeron en la audiencia pública, "son razones suficientes para llamar la atención de la opinión pública internacional y solicitar la atención del Estado y la protección de sus ciudadanos". En la audiencia se escucharon también argumentos a favor de la erradicación manual de cultivos ilícitos y un no rotundo a las fumigaciones.

Esta marcha indígena ha sido vista, en este país amodorrado en medio de tanta violencia, como un ejemplo de "resistencia y autonomía". El jueves por la tarde (hora local), cuando entraron en Cali, los marchantes fueron recibidos con vivas y pañuelos blancos. Jesús María Aranda, el dirigente guambiano, cree que el pueblo colombiano debe imitar la experiencia indígena . "Todos deben aprender de esta vivencia, vernos como un espejo. Los indígenas no hablamos de violencia, hablamos de progreso, trabajo, convivencia y hermandad". El mensaje que dejaron, como dijo a este periódico Marcos Cuetía, es claro: "No somos parte del conflicto; no nos sentimos representados por ninguno de los grupos armados".

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