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'El paraíso está aquí, no allí arriba'

Los astronautas rusos que estrenaron la Estación Internacional se recuperan en Canarias y ofrecen una visión de la galaxia distinta a la del turista Tito

Francisco Peregil

Nada más regresar el pasado domingo de su estancia de una semana en la estación espacial internacional, el multimillonario estadounidense Denis Tito, quien había pagado 3.700 millones de pesetas por la excursión, declaró que venía del paraíso. Los dos astronautas rusos que viajaron a la estación el 1 de noviembre de 2000, junto al comandante norteamericano Bill Shepherd, y pasaron en ella 141 días hasta el 21 de marzo de 2001, siguen ahora un programa de recuperación en un hotel de Las Palmas. Cuando se les pregunta cómo es el paraíso del que hablaba Tito, Serguéi Krikalev, de 43 años, condecorado con el título de héroe de la Unión Soviética, después héroe de Rusia, poseedor de la Orden de Lenin y del título francés de oficial de la Legión de Honor, sentencia: 'El paraíso está en Canarias, no en el espacio. Una cosa es ir como turista y otra como astronauta'.Tanto el piloto Yuri Gidzenko como el ingeniero de vuelo Serguéi Krikalev, de cuyas biografías dan cuenta más de cien páginas en Internet, parecen saber de lo que hablan. Gidzenko contaba con 189 días en el espacio antes de pasar cinco meses en la estación internacional. Serguéi, en mayo de 1988, emprendió una misión en la estación MIR que se prolongó, dándole vueltas a la Tierra, durante un año y tres meses. Antes de pisar la estación internacional, había pasado en el espacio 20 meses.

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Ahora ambos, junto a esposas e hijos, siguen un programa de recuperación subvencionado por la Consejería de Turismo de Canarias en un hotel al borde del mar, con arena de playa importada desde el Caribe. La dieta, supervisada por dos médicos rusos, contempla una copa de tinto al día y exige reposar la digestión con una siesta.

Serguéi Krikalev y Yuri Gidzenko, de 39 años, conocieron hace un año a Denis Tito. Durante meses lo vieron entrenarse en la Ciudad de las Estrellas, en Moscú, donde comparten alojamiento con otros 20 astronautas. 'Nosotros le dimos consejos útiles para desenvolverse en la estación. Le enseñamos a beber y a cuidar su higiene. Parece fácil, pero es muy complicado hacer eso. Habla muy mal el ruso, pero aprende deprisa'.

Ni Serguéi, que vive con su esposa y su hija en una casa de tres alturas y 195 metros cuadrados, ni Gizdenko, que vive con su mujer y sus dos hijos en otra casa facilitada por la agencia espacial, de 65 metros cuadrados, hablaron con Tito de dinero. 'Comprendemos que si dispone de 3.700 millones de pesetas quisiera cumplir su sueño'.

Después de casi cinco meses en el espacio, ¿qué fue lo que más les sorprendió? Rodeados de palmeras, con un zumo de naranja delante, de pantalón corto, después de jugar al tenis, Yuri Gizdenko responde: 'Nos estuvimos preparando cuatro años para subir allí. Pasamos más de un día viajando en órbita para aproximarnos a la estación. Y después de eso... el momento, sin duda, más emocionante fue cuando enchufamos la luz con un interruptor'.

Otro momento inolvidable fue cuando asistieron a la llegada del segundo milenio a la Tierra. 'Estábamos allá, a 400 kilómetros. Y desde allí veíamos las pirámides de Egipto, que tienen más de 4.000 años, y nos sentíamos un poco insignificantes. A veces, cuando el sol se encontraba bajo, se discernía perfectamente la sombra de las pirámides, y eso era impresionante'.

Cada día daban unas 17 vueltas alrededor de la Tierra. Al cabo de varias semanas se habían hecho expertos en geografía. 'Yo tengo 39 años', comenta Yuri, 'desde pequeño he visto imágenes de la Tierra tomadas allá arriba. Pero verla a 400 kilómetros en toda su redondez es distinto. Ver, por ejemplo, la variedad de verdes que tiene Estados Unidos o cómo brilla Madrid de noche, que parece una araña. Los Ángeles no brilla de forma tan intensa, parece más alargado. Había momentos en que se podía ver en el mismo instante Berlín, París, cruzada por el Sena, y muy brillante la torre Eiffel, Madrid, y a lo lejos, Moscú. También era precioso ver las cumbres nevadas de los Pirineos, los Alpes, las montañas del Cáucaso y el Everest. Pensar que tanta gente sueña con subir al Everest y nosotros estábamos viéndolo desde ahí arriba. En realidad, el Everest no se distinguía, porque hay otras montañas muy altas en la cordillera del Himalaya'.

En casi cinco meses de estancia sólo podían hablar con sus familias una vez cada dos semanas. ¿Lloraron alguna vez en ese tiempo? Los astronautas sonríen. 'Somos hombres y además, estábamos demasiado ocupados, no había tiempo', responden. 'Mandamos a gente emocionalmente estable', señala uno de los médicos.

¿Qué habría pasado con las lágrimas? 'Habrían flotado como bolitas y se habrían pegado a los cristales. Después los 40 ventiladores las habrían ido llevando al contenedor donde se acumulan todas las sobras. Gracias a esos ventiladores se puede vivir en la estación. Si se avería alguno hay que repararlo de inmediato. Ésa es una de las diferencias entre un turista y un profesional'.

¿Cómo satisfacían sus necesidades sexuales? 'No hicimos estudios sobre eso', dice el doctor Alexander Spichkov, 'aunque sí constatamos que la próstata había aumentado considerablemente de tamaño. De todas formas, disponían de sus propios camarotes. Y a pesar de que hay cámaras por todas partes, pueden conectarlas o desconectarlas a su antojo. No era como en Gran Hermano'.

La idea de convertir a Canarias en el 'Centro Mundial de Rehabilitación de Cosmonautas', como la ha bautizado la Consejería de Turismo, nació en diciembre de 1999, cuando el consejero, Juan Carlos Becerra, invitó a Lanzarote al astronauta que más tiempo había pasado en el espacio, Serguéi Avdeyev (748 días). En un anuncio que se emitió en medios de todo el mundo, incluida la CNN, se veía la estación MIR sin tripulación, mientras en la siguiente secuencia Avdeyev decía: 'No me busquéis en el cielo; después de dar más de 12.000 vueltas a la Tierra he encontrado el lugar perfecto para mis vacaciones: las islas Canarias'.

La apretada agenda de Yuri y Serguéi comienza cada día con un partido de tenis y continúa con gimnasio, sauna, piscina, masajes, windsurf y sol, todo controlado por dos médicos de la agencia espacial rusa, que también disfrutan del sol y del hotel. ¿Se irían ellos de vacaciones al espacio dentro de treinta años? 'A la Luna, sí', responden. 'A Marte, no. Sería un año de viaje de ida, otro de vuelta y sólo una semana en Marte'.

Serguéi Krikalev y Yuri Gidzenko, en un hotel de Las Palmas.
Serguéi Krikalev y Yuri Gidzenko, en un hotel de Las Palmas.RAFA AVERO

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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