_
_
_
_
Tribuna:PANORAMA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando se deja de ser el pobre

En el consejo de ministros de Asuntos Exteriores, celebrado el pasado fin de semana bajo presidencia sueca en Nyköping, se puso de manifiesto la discrepancia entre España y Alemania en las negociaciones con Estados aspirantes. Ante el temor de una avalancha, Alemania está muy interesada en que la libre circulación de personas tenga un periodo de carencia de siete años. Lo considera una condición indispensable para la ampliación y cuenta con que los demás países comunitarios le apoyen en este punto.

España, en principio, no se opone, pero trata de conectar el interés alemán con el español de que se respeten los fondos estructurales, de los que España es el primer beneficiario. Después de que Aznar bloquease la cumbre de Berlín durante cuatro largas horas, hasta lograr un acuerdo -Schröder no lo olvida-, los presupuestos están cerrados hasta 2006, pero los intereses españoles no pueden quedar al albur de futuras decisiones. Si Alemania considera esencial detener la libre circulación de personas durante un periodo de siete años, a España le parece no menos fundamental que se prolonguen los fondos estructurales. Si cediera ahora sin condiciones, podría encontrarse sin apoyos cuando se plantee el tema, para nosotros también vital, de los fondos estructurales. De ahí que antes de la presidencia española, en el primer semestre de 2002, España pretenda llegar a un acuerdo, presionando con la necesidad de cerrar con los países aspirantes el tema de la libre circulación de personas.

Alemania se indigna

Alemania se indigna al considerar esta forma de negociación, 'asumo lo que te importa si te avienes a lo que me afecta', tan propia de la condición comunitaria, casi como un atraco. Reprocha a España no sólo el egoísmo de anteponer su interés particular al comunitario, sino que le otorga el papel de chivo expiatorio. Si las negociaciones de ampliación se retrasan, ya se sabe de quién es la culpa. Hay que cerrar tema por tema, y el de poner un periodo de carencia a la libre circulación de personas tiene la ventaja de que no cuesta nada.

España no está de acuerdo con la fragmentación de la negociación ni en que la ampliación pueda resultar gratis. La negociación constituye un todo que no cabe disgregar en compartimentos estancos. Hay que conseguir un conjunto equilibrado, en el que en unos temas ganen unos, y en otras, otros; transigir en un campo sólo si existe la disposición del otro a ceder también en lo que nos convenga. Y respecto a que la ampliación no vaya a implicar gastos, es una meta alemana que todos saben imposible. Simplemente pretende no aumentar el presupuesto comunitario, lo que implica hacer una nueva distribución para atender a los gastos que seguro surjan, y como no se atreve, por mucho que lo desee, al menos en un primer momento, a cuestionar la política agraria -se rompería el eje franco-alemán, y con él la Unión- sólo cabe ahorrar de los fondos estructurales. Esto significa transferir recursos de los países pobres actuales a los más pobres que se adhieran. En suma: que la ampliación la pagarían España, Grecia y Portugal.

En un punto creo que tienen razón los alemanes. No se puede ir presumiendo de país grande y rico, alardeando de las inversiones españolas en América Latina, pretendiendo incluso en la cumbre de Niza ser admitidos entre los grandes, y, por otro, ir de 'pedigüeños' por el mundo, reclamando la solidaridad de los más ricos.

Ignacio Sotelo es catedrático excedente de la Universidad de Berlín.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_