Del balcón de tus ojos di una caída (y 3)
Si un jurado literario tuviese que dirimir la calidad de las letras de las sevillanas antiguas, se las vería y se las desearía. (Desearía salir bailando y no tener que resolver tan peliaguda cuestión). Imagino un cónclave transhistórico de poetas sevillanos, inclinados de algún modo a lo popular, donde estuvieran, qué digo yo, Juan de Mal Lara, Rodrigo Caro, Gutierre de Cetina, Francisco de Rioja, Blanco White, Bécquer, Machado y Álvarez, Rodríguez Marín, Cansinos Assens... y ya paro. Qué desafío tan riguroso.
De lo único que estoy casi seguro es de que el primer premio lo alcanzaría la seguidilla que da título a esta serie, y que reproduzco, primero porque me place irresistiblemente, segundo por si el lector interesado perdió el hilo: 'Del balcón de tus ojos / di una caída. / Levantarme no puedo / si no me miras. / Me he levantao. / Señal de que tus ojos / ya me han mirao'. Respiren, paladeen mentalmente. Recupérense.
A partir de ahí, todo es maravillosa incertidumbre. Pongamos a competir unas cuantas letras (todas desde luego con esa estructura métrica, de extraña perfección : 7-, 5a, 7-, 5a, 5b, 7-, 5b; y pequeñas variantes), a manera de incitación hiperbólica con la que compadecernos de tan sesudos varones. (El primero, Gutierre de Cetina, que tras otorgarse el premio mayor ya habría comprendido que su madrigal Ojos claros, serenos... no fue sino mera tentativa, y mejor dedicarse a otra cosa).
Finalistas, en fin, de un imposible desempate, y según categorías varias. Una, de amores difíciles y arrebatados: 'Entre las dos que bailan, / quiero morir. / ¡Qué muerte tan dichosa / fuera pa mí! / Morir quisiera, / ¡qué muerte tan dichosa / para mí fuera!'. Dos, de amores desegañados: 'Lo tiré al pozo / el clavel que me diste / lo tiré al pozo. / Yo no quiero claveles de ningún mozo. / Ay, que me pesa / el rato que lo tuve / en la cabeza'.
Tres, cortejos y requiebros: 'Mi casa se ilumina / cuando tú entras / y se llena de flores / hasta la puerta. / Ya te saliste, / ya se queda mi casa/ solita y triste'. (Ojo, que éste es un piropo de mujer a hombre, pues lleva de estribillo intercalado Manolo). 'Soy el sereno / el que ronda tu calle / soy el sereno. / No te digo la hora / porque no quiero /. Y si quisiera / la hora y los minutos / yo te dijera'. Cuatro, sevillanas de risa y ternura: 'Chiquitita la novia, / chiquito el novio. / Chiquitita la sala / y el dormitorio. / Por eso quiero / chiquitita la cama / y el mosquitero'. 'Señor bailadorsito, / mire usté al joyo. / Que la niña que baila / tiene su novio. / Mire usté al suelo, / que la niña que baila / tiene su dueño'. Cinco, de lirismo errante: 'Se van batiendo / dos poderosas naves / se van batiendo. / Una va al abordaje, / otra va huyendo. / Quién lo dijera / que dos naves tan finas / se combatieran'.
También hay sevillanas de cuatro y cinco versos muy tempranas, pero las menos: 'Para qué quiero llorar / si no tengo quien me oiga. / La que me tiene que oír / está cerca de la gloria / y no se acuerda de mí'. 'Mi mare me dijo a mí / que tu cariño orvíara. / Pero yo le respondí / que contigo me casaba'. (Un pleito donde luego se metió hasta el cura: 'El confesor me ha dicho / que no te quiera. / Y yo le he dicho: padre, ¡si usté la viera!'). Más raras han sido siempre las de temática social, o será que no pasaron a los cancioneros. Machado y Álvarez recogió ésta en 1870: 'Los pobres más hambrientos / son los más ricos. / Porque todo lo comen / con apetito. / No así los grandes, / que aunque todo les sobra, / les falta el hambre'. Qué penita. En fin, elijan ustedes, si pueden, y comparen con las letras de hoy, si se atreven.
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