Dolor entre los cerezos del valle del Jerte
Todo el pueblo de Tornavacas acudió al entierro de la pareja asesinada el sábado en una clínica de Carabanchel
El otro entierro de la jornada tuvo ayer como escenario Tornavacas, el pueblo cacereño que abre la puerta de esa España profunda donde antes se mataba por rencillas vecinales y que ahora importa los féretros de sus hijos emigrados. Y allí, a espaldas de la sierra de Gredos,donde fluyen las aguas del río Jerte que riegan los primeros bancales de cereza del valle, fueron enterrados Toñi y Fernando, la pareja de novios degollados el sábado por el dueño de la consulta de podología donde trabajaba la mujer. Fueron inhumados en medio del lamento de sus familias y la práctica totalidad de los 1.368 habitantes de la localidad.
'Primero mi hermana, después mis padres y ahora esto...'. Guadalupe Pelaz Sánchez, la madre de Toñi, no cesa de repetir la misma frase. La mujer, enlutada de arriba abajo, apenas se sostiene sobre unos zapatos que ya no le caben en sus pies hinchados. Su ojos de plañidera desconsolada brillan por las incesantes lágrimas derramadas. Apoyada en dos primas, como si de bastones se tratara, entra en la iglesia sin poder dejar de pensar en cómo la tragedia ha llegado ahora a su familia, después del drama que supuso la muerte de su hermana hace unos años y la de sus padres -los dos casi al mismo tiempo- hace apenas unos meses.
Ayer operaban al padre
Tras Guadalupe, camina su esposo, Ramón Cuesta Domínguez, Pote, como lo llaman desde siempre en el pueblo. Es un hombre menudo y curtido en las labores del campo, que no pierde el temple y que ayer tenía que haber sido operado de la vista. A su lado sus dos hijos varones, que aún viven en casa:Marcos, de 12 años, el pequeño, que se escabulle entre unas primas de Madrid. Y Ramón, de 21 años, aquel que detrás de la puerta de la consulta escuchó impotente cómo eran asesinados su hermana Toñi y el que en agosto iba a ser su cuñado -Fernando-, sin poder hacer otra cosa que llamar a la policía.
Ramón, que ayuda a su padre en las labores de la cereza y trabaja de albañil, casi no ha parado de llorar desde el sábado. Había ido a Madrid a comprarse un coche y de paso a acompañar a su hermana y a Fernando a la consulta. Es el único de los familiares de la pareja que ha conocido de primera mano lo sucedido. Además, después de llegar la policía, tuvo que pasar largas horas contando lo ocurrido a los inspectores del Grupo de Homicidios.
Las otras dos hermanas de Toñi -Inmaculada, de 33 años, que vive en San Sebastián y Mari Carmen, de 23, que reside en Mallorca- llegan con los coches fúnebres desde Madrid. Son poco más de las cuatro de la tarde, lloviznea, y a esa hora los alrededores de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción ya es un gemido. La tensión aumenta con el desmayo de una vecina, que hace recordar a los lugareños que la última vez que enterraron a dos personas juntas fue a un tal Marcelo y a su hermana. Primero murió el hombre y, cuando la hermana llegó para velarle, cayó fulminada en la misma puerta. Afortunadamente, la mujer desmayada ahora se repone y se levanta.
Con los coches fúnebres también llega el padre de Fernando, sus otros nueve hijos y un grupo de alumnos del colegio del que era monitor de campamentos.Todos le recuerdan como un hombre jovial y amante del deporte. También están algunos compañeros de la fábrica de bolsos Samsonite donde trabajaba Fernando, los integrantes del coro de la iglesia 'donde Toñi cantaba como un ángel', y Purificación Marcos, la amiga íntima, que iba a convertirse en la madrina de su boda y que tan sólo hace unas semanas le ayudó en Madrid a elegir el traje de novia. Puri está descompuesta y casi no puede hablar. La acompaña su marido, Andrés, amigo también de la pareja. Como casi todos, llevan en un sin vivir desde que Toñi, de 29 años, y Fernando, de 30, murieron degollados el pasado sábado en el consultorio podológico del Camino Viejo de Leganés. Primero esperando que les entregaran los cuerpos al finalizar la autopsia, y después en el tanatorio madrileño donde han pasado toda la noche y de donde vienen.
Durante el funeral, Francisco Sánchez, el párroco que iba a casar a la pareja el próximo 19 de agosto, invocó al Cristo del Perdón, patrono de la localidad, y arrancó los llantos de las familias cuando dijo: 'Recuerdo cuando se acercaron a por la partida de nacimiento para casarse.... Ha sido truncada su boda, pero no su amor; su amor será eterno, como la boda de los corderos degollados'.
Tras el funeral, los vecinos acompañaron los féretros hasta el cementerio, donde se procedió a su inhumación.En el recuerdo de todos, la fiesta de La Flor del Cerezo a finales de marzo, donde se vió por última vez en el pueblo a Toñi y Fernando, una pareja a la que un trágico destino ha unido para siempre en la misma tumba de un pequeño cementerio de piedra a orillas del nacimiento del río Jerte.
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