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VISTO / OÍDO
Columna
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Clítoris, 2

Rápidamente, los temperamentos represores piden que las familias inmigrantes que cercenan el clítoris de las niñas sean expulsadas de España, con lo cual multiplicarían el efecto del daño sobre las víctimas. La justicia vengativa tiene su razón, y todos nos sentimos doloridos cuando sabemos la mutilación y notamos un deseo demasiado humano de castigar al que lo practica. Muchas veces, los que encarcelan al padre de quien ha sometido a tocamientos o abusos a su hija encierran también el único jornal de toda la familia.

España es un país de dedos de papel de fumar donde se castiga lo evidente y no se sabe nunca el fondo. Se dice que esa forma de cultura nos repugna; pero no es una cultura, es una civilización. Cuando esas niñas tienen edad de pensar, suelen someterse aterradas pero convencidas, porque si no se practica esa 'operación', no podrán casarse: las matronas que tienen que examinar la virginidad de la novia, encargadas de ello por el novio y su familia, la repudiarían si encontraran intacto el clítoris.

No están muy lejanos los tiempos españoles en que se examinaba la virginidad, y algunas de hoy se lo hacen certificar por algún ginecólogo; y se conserva entre las curanderas, las santeras y otras celestinas el oficio clásico de remendadoras de virgos: son muchas y muchos los que quieren conservarlos hasta el matrimonio religioso. No tengo ninguna idea de culpabilizarlos si mantienen esas creencias: pero me parece mal que quieran imponerlas a otros. Para mí, en tiempos de deportes duros, actividades incesantes y trabajos especiales, el himen no tiene la menor importancia. Bueno, ni antes. No creo que nadie vaya a hacer un examen ginecológico a la modelo con la que dicen que quiere casarse el Príncipe, ni que a él le importase el resultado. Para ello habría que creer que el Príncipe es un príncipe, que es portador de una sangre que sólo puede mezclarse con otra que tenga el mismo misterioso poder de mandar y perpetuar no se sabe qué virtudes; o sí se sabe que ninguna, leyendo la historia. Creer en la ablación del clítoris, creer que los reyes son de un material humano distinto, son vestigios de situación de dominio. Mantenidos aún por otros residuos esotéricos, las religiones y sus cleros, antiguos guardianes de poder, clases y castas: entre ellos, el del hombre sobre la mujer.

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