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Debates y aportaciones

Hace ya unos días, el conseller Manuel Tarancón dio en afirmar públicamente que los culpables del escaso uso social del valenciano, y de la fractura social consiguiente, no eran otros que los profesores fundamentalistas formados en nuestras universidades (se entiende que fundamentalistas también). Añadía además que su normativa era la causante del rechazo, al parecer creciente, que los alumnos muestran ante el valenciano, 'forzados a escribir de acuerdo con un modelo que no sienten como propio'. Como no es la primera vez que se dicen y escriben cosas así, al principio me encogí de hombros al leerlas; luego he pensado que precisamente su reiteración obliga a salirles al paso. En primer lugar, señor Tarancón, no es por la ínfima diferencia inevitable entre la lengua escrita y la oral por lo que el valenciano puede provocar rechazo en las escuelas, sino porque cada vez más alumnos no lo tienen como lengua propia, y les resulta más y más lejano. No pueden sentirlo como propio si no es suyo. No es lo mismo aprender las cuatro reglas de la ortografía que aprenderse todo un idioma, de arriba abajo, y aún se hace más duro cuando ese idioma que uno tiene que aprender parece que no sirve para nada. ¿Y por qué hay cada vez más alumnos en esa situación? Porque muchos padres valencianohablantes prefieren enseñar a sus hijos en castellano. Pero eso también requerirá explicación ¿Cómo es posible que tantos padres desdeñen transmitir a sus hijos su propia lengua? ¿Acaso es que reniegan del idioma de sus antepasados como un acto de resistencia numantina contra la torva invasión del fundamentalismo universitario? Eso, señor Tarancón, es absurdo. Sería como arrojar el agua sucia con el niño dentro. No, lo que pasa es que los padres siempre desean lo mejor para sus hijos, y les enseñan en castellano porque creen también que el valenciano, por muy lengua propia que sea, no sirve para nada. Una lengua que no sirve es innecesaria, y aprender lo innecesario es perder el tiempo. Se podría decir que sacrifican alegremente su propio mundo de expresión en aras del futuro, porque creen que ese mundo no lleva a ningún sitio. ¿Y quién les ha metido tan fúnebre idea en la cabeza?: el simple hecho de que no están sordos. Que durante el franquismo fue el régimen (y no la universidad) el que convirtió el valenciano en una lengua inútil (e inaudible) en cualquier esfera de decisión o representación públicas, no es un secreto para nadie. ¿Qué se ha hecho después para devolverle su utilidad a la lengua propia de los valencianos? No mucho. El interés de los socialistas en recuperar su uso fue más bien laxo, y a veces vergonzante. El del PP me parece que raya en el cero absoluto (aunque siempre haya excepciones), y a veces da la impresión de hasta querer ocultar su existencia, al menos de cara al exterior. Es decir que, a algunos, el valenciano, y no su propia negligencia, les da vergüenza de verdad. Por supuesto que eso los retrata. Por lo tanto, su partido y su gobierno, señor Tarancón, son ahora los responsables del rechazo que sufre el valenciano y de la fractura social que provoca, porque continúa despreciándolo, relegándolo a un cuarto o quinto plano, y eso a pesar de la opinión de la ciudadanía, que, en todas las encuestas que se le han hecho sobre el particular, ha afirmado que el valenciano se debería potenciar más. Disfrazándolos de fundamentalistas, no haga culpables, como Nerón, a los cristianos de sus propios errores. Señor Tarancón, yo he trabajado durante años en la Unitat de Normalització Lingüística de la Diputación de Valencia. Antes de que usted llegara allí, la actitud de la superioridad acerca del valenciano no era precisamente entusiasta, pero al menos dejaba hacer con buena voluntad. No había la menor fractura social interna. Con usted llegó la arbitrariedad en las normas lingüísticas y en todo lo demás: una forma de decir y hacer despótica, variable y engreída. Y por lo que se ve sigue en sus trece. De momento, sus veleidades ilustradas, de las que tanto habló hace unos años, han quedado en lo mismo que su proyecto de Museo de la Ilustración: en un almacén lleno de figurines. En cambio, su actuación en el Museo de Prehistoria y en el IVAM han dado la verdadera medida de su nivel intelectual y su sentido de la tolerancia. Eso sí que es crear fractura social, señor Tarancón. Eso es lo suyo. Y aún creo que hubiera ido más lejos si no fuera porque, por encima de usted, en su partido hay políticos con sentido común. Hace muchos años, Franz Werfel puso el siguiente título a uno de sus libros: 'No el matador, el muerto es el culpable'. Con ello no pretendía dar la razón a los verdugos, sino al contrario, poner en evidencia, paraodiándola, su forma de pensar. Al fin y al cabo, convertir a las víctimas en culpables ha sido siempre un truco habitual entre verdugos. Convertirlas, además, en fundamentalistas es una aportación de nuestro conseller de Cultura.

Enric Sòria es escritor.

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