_
_
_
_
PANORAMA | INTERNACIONAL
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El plan alemán

Xavier Vidal-Folch

El canciller alemán, Gerhard Schröder, ha removido el debate de la Unión Europea lanzando un plan de reforma federalista que a nadie dejará indiferente. Eso es lo mejor. Eso y que sea al fin el propio canciller quien se moja. Una iniciativa así, en solitario, sin el concurso de Francia, era impensable hace un segundo. Subraya el renqueo de la locomotora germanofrancesa. Y al coincidir con la inauguración de la nueva sede de la cancillería, simboliza el liderazgo que la Alemania desacomplejada enervó en Niza.

La propuesta acarrea marchamo interno. Pretende trasladar el modelo institucional alemán a la construcción europea, igual que se edificó el BCE según la topografía del Bundesbank. Y sirve a Berlín para rehacer el consenso interno (la líder democristiana, Angela Merkel, la aplaude por 'interesante') y para diluir las preocupaciones por el lento crecimiento económico. Una baza exterior de cara a las elecciones de 2002.

La acumulación de calendarios electorales en Italia, Reino Unido y Francia da razón, en parte, junto a la germanoangustia, de la suspicacia o el desdén con que Roma, Londres y París recogen el guante. Pero no los explica enteramente.

Ocurre que los otros Gobiernos se aferran a la melancolía de unas soberanías nacionales ya fantasmagóricas al intergubernamentalismo. Tony Blair, hamletiano entre el imperativo del euro y su impotencia para convencer a sus conciudadanos, defiende una 'superpotencia' europea, pero sólo basada en los declinantes poderes estatales, y no en las instituciones comunes. Los confusos cohabitantes franceses propugnan una 'federación de Estados' sin saber qué significa: por eso, el ministro Pierre Moscovici chapotea replicando que conviene mostrarse 'un poco más equilibrado'. Y la derecha nacionalista austriaca responde, por boca de Wolfgang Schüssel, que Austria no quiere 'ningún superestado europeo'. Bélgica suscribe, pero nadie (España, ni está ni se la espera) ofrece alternativas. Todos están sorprendidos del acelerón alemán.

El canciller propugna convertir a la Comisión en un Ejecutivo europeo. Bien. Al Consejo, en una segunda Cámara. Bien. Propone dotar al Parlamento de más poderes presupuestarios. Bien. Pero en este viaje a la Europa política -comunitarizando la política exterior y de defensa- deja jirones de la Europa económica, en aras de los länder, revirados por la absorción de competencias a cargo de Bruselas: pretende renacionalizar la política agrícola, dar a los Estados el control de las ayudas a las regiones desfavorecidas -bueno para los ricos, que se lo podrán pagar, malo para los pobres-, lo que supondría sustraer al poder supranacional casi todo el presupuesto común, en beneficio de caciquismos locales. Y también neutralizar la combativa política procompetencia de Bruselas, así como castrar el aumento de sus atribuciones. Muy mal. Pero está muy bien que se discuta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_