El doble rasero de Aznar
De que Gibraltar sea Gibraltar y esté donde está no se puede hacer responsable al Gobierno de José María Aznar. Tampoco, aunque esto está menos claro, parece que se le pueda hacer responsable de que el Gobierno británico, tras no haber conseguido que el submarino nuclear Tireless pudiera atracar en algún puerto del Mediterráneo una vez detectada una avería en el mismo, decidiera fondearlo en Gibraltar para proceder a su reparación. Hay límites para la acción de todo Gobierno, algunos de los cuales pueden resultar particularmente indeseables, pero existen y hay que contar con ellos. Gibraltar lo es para el Gobierno de España desde 1714.
Se puede entender, en consecuencia, que el Gobierno español no tuviera a su disposición muchas opciones para enfrentarse a la emergencia que suponía tener en un territorio que es suyo sin serlo un submarino nuclear averiado y que, en un primer momento, intentara hacer de necesidad virtud y que el incidente pasara lo más inadvertido posible. A ningún Gobierno le gusta que le enciendan los focos cuando se encuentra en posición desairada.
Lo que ya no se puede entender es que, una vez que se conoció cuál había sido el alcance del incidente y el riesgo potencial que su reparación entrañaba, una vez que se conoció que el propio Gobierno británico había tenido que modificar su propia legislación para habilitar Gibraltar como puerto de reparación de submarinos nucleares, una vez que se excluyó la presencia de técnicos españoles en el proceso de reparación..., que el Gobierno español actuara de la forma que lo hizo.
El incidente del Tireless ha venido a subrayar el estilo de hacer política del presidente del Gobierno. Estilo en el que se combina la obsequiosidad con un punto incluso de servilismo respecto del fuerte con la displicencia y aun el desprecio respecto del débil. Una imagen vale más que mil palabras, y la conferencia de prensa de José María Aznar con Tony Blair, en Madrid, que los lectores seguro que recuerdan, fue una muestra insuperable de lo primero. De la misma manera que lo fue de lo segundo la negativa del presidente del Gobierno a recibir a los alcaldes del Campo de Gibraltar, ni en aquel momento ni en ningún otro a lo largo de este, para ellos, largo año.
Comprensión para el Gobierno británico e irritación y desdén para las autoridades y la población española directamente afectadas por la avería del Tireless. Esto es lo que resulta insoportable del estilo Aznar de hacer política. Estilo del que hemos tenido esta pasada semana otra buena muestra con las amenazas a Marruecos tras el fracaso de la negociación pesquera. Como la que tuvimos al comienzo de su mandato con su agresión a Fidel Castro. El estilo, ya se sabe, es el hombre.
Javier Pérez Royo es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.
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