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Tribuna:USOS AGROPECUARIOS
Tribuna
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La protección del buitre leonado

'¡Cómo caracterizan el estado de un país estas hordas de enormes comedores de carroña! ¡Con cuánta elocuencia su presencia atestigua la existencia de condiciones de atraso y de indiferencia en las tierras que habitan! Verdad es que en España los buitres hacen una buena labor de limpieza; pero estos animales son, en Europa, un auténtico anacronismo'... 'En los países más caracterizados por su espíritu comercial, el ganadero se preocupa de que el ganado se conserve, con el fin de conservarse él'... 'Pero España no se preocupa de las ideas modernas y desdeña el participar en la carrera universal en pos de la riqueza'. El presente texto, que relata la impresión recibida por Abel Chapman y Walter J. Buck en tanto se adentraban, a través de sus estribaciones, en la Serranía de Ronda y que trasladaron a su maravillosa obra 'La España agreste' escrita en 1892, continúa abundando en consideraciones sobre la posible 'apatía' a la vez que 'dignidad' del campesino andaluz que abandona las pérdidas de su ganado a los buitres. Recordar aquí, tal y como se menciona en el prólogo de la obra, lo inadecuado de juzgar comentarios del pasado con ideas del presente, resultaría amén de obvio, improcedente teniendo en cuenta la herencia de protección y respeto que para el medio natural y humano significaron esta y otras obras de los autores.

En efecto, la existencia del buitre leonado, quizás más que ninguna otra de las restantes rapaces carroñeras, depende de la economía pastoral de los pueblos mediterráneos. La interrelación geográfica de una orografía accidentada propia de las cordilleras alpinas, con terrenos predominantemente calizos que les permite contar con el sustrato adecuado para sus nidos y que obliga al hombre a emplear animales y bestias de carga para transitarlas y ararlas, unido a una climatología y suelo que propician la existencia de una vegetación esclerófila determinante a su vez de una ganadería poco exigente de cabras y ovejas en régimen extensivo, explican la distribución actual de la especie, así como su desaparición de algunas de estas regiones.

El beneficio entre ambos usuarios del medio natural es mutuo: el ganadero aporta los restos de la matanza, las placentas provenientes de la paridera, el ganado viejo o de deshecho que constituyen la 'cola' del rebaño, y las aves carroñeras le libran del riesgo de infección en que se convierten los restos orgánicos o las reses muertas. De otra parte, la tradición al uso era conducir los animales ya viejos a 'muladares' situados al borde de algún cortado o precipicio en las afueras de los pueblos, donde eran despeñados y posteriormente consumidos por los buitres. Ciertamente, con el tiempo, algunas de las explotaciones ganaderas han ido evolucionando, y así junto a los corrales familiares surgieron granjas porcinas, de gallinas y de conejos cuyos vertederos y fosas han continuado suministrando sus restos a las aves carroñeras y determinando la localización de los nidos de algunas de estas especies, mientras que los muladares cada vez son más controlados sanitariamente: era el modo de vida andaluz, que tanta sorpresa no exenta de respeto produjo a nuestros insignes viajeros, que posibilita que Andalucía posea la fauna mejor conservada de Europa permitiéndole exportar los 'anacrónicos' buitres para repoblar otras regiones del continente, que tan eficazmente ha funcionado durante siglos...

Quizás estos 'usos del suelo' ancestrales, esos mutuos comportamiento que han beneficiado a una y otra especie, ese 'desdén' por el aprovechamiento mediante transformaciones perversas de los restos, y que ahora nos exigen alterar colocando a las especies protegidas que comen carroñas frente a su más seria amenaza de pérdida de identidad y de hábitat sufrida por estas aves a lo largo de su historia, no deban ser dejados sólo al arbitrio de determinados políticos que en su momento no supieron estar a la altura de su cargo, responsables de la administración que jamás llegaron a creerse sus competencias, profesionales de la conservación que mostraron más interés por sus currículos que por la aplicación de las medidas de protección que se revelaban indispensables en sus investigaciones.

Las recientes disposiciones para la preservación de las aves carroñeras, deberán en primer lugar ser consensuadas con la información que estas especies están dispuestas a suministrarnos mediante sus áreas de campeo, sus rutas migratorias, sus lugares de invernada, el grado de aceptación de los muladares ya existentes..., pero teniendo presente que dichas medidas servirán de apoyo: los buitres dependen y seguirán dependiendo de los usos agropecuarios tradicionales, si éstos desaparecieran, los carroñeros desaparecerán con ellos.

Consuelo Atencia Páez es geógrafa y miembro de la Federación Andaluza de Defensa de la Naturaleza.

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